Los muertos no alaban al SEÑOR, ni ninguno de los que descienden al silencio.

Los muertos no alaban al Señor, ni ninguno de los que descienden al silencio, no negando que Dios puede recibir alabanza de las almas desencarnadas, pero que los muertos pueden alabar a Dios en la tierra. Dios no permitirá que Su nación elegida (o su antitipo espiritual, la Iglesia) sea consignada a los 'silenciosos', tumba; porque entonces sería despojado de la alabanza en la tierra que sólo su pueblo le da.

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