Hechos 17:1-34

1 Atravesaron por Anfípolis y Apolonia y llegaron a Tesalónica, donde había una sinagoga de los judíos.

2 Y de acuerdo con su costumbre, Pablo entró a reunirse con ellos, y por tres sábados discutió con ellos basándose en las Escrituras,

3 explicando y demostrando que era necesario que el Cristo padeciera y resucitara de entre los muertos. Él decía: “Este Jesús, a quien yo les anuncio, es el Cristo”.

4 Y algunos de ellos se convencieron y se juntaron con Pablo y Silas: un gran número de los griegos piadosos y no pocas de las mujeres principales.

5 Entonces los judíos se pusieron celosos y tomaron de la calle a algunos hombres perversos, y formando una turba alborotaron la ciudad. Asaltando la casa de Jasón, procuraban sacarlos al pueblo.

6 Como no los encontraron, arrastraron a Jasón y a algunos hermanos ante los gobernadores de la ciudad, gritando: “¡Estos que trastornan al mundo entero también han venido acá!

7 Y Jasón les ha recibido. Todos estos actúan en contra de los decretos del César, diciendo que hay otro rey, Jesús”.

8 El pueblo y los gobernadores se perturbaron al oír estas cosas;

9 pero después de obtener fianza de Jasón y de los demás, los soltaron.

10 Entonces, sin demora, los hermanos enviaron a Pablo y Silas de noche a Berea; y al llegar ellos allí, entraron a la sinagoga de los judíos.

11 Estos eran más nobles que los de Tesalónica, pues recibieron la palabra ávidamente, escudriñando cada día las Escrituras para verificar si estas cosas eran así.

12 En consecuencia, creyeron muchos de ellos; y también de las mujeres griegas distinguidas y de los hombres, no pocos.

13 Pero cuando supieron los judíos de Tesalónica que la palabra de Dios era anunciada por Pablo también en Berea, fueron allá para incitar y perturbar a las multitudes.

14 Entonces los hermanos hicieron salir inmediatamente a Pablo para que se fuera hasta el mar, mientras Silas y Timoteo se quedaron allí.

15 Los que conducían a Pablo le llevaron hasta Atenas; y después de recibir órdenes para Silas y Timoteo de que fueran a reunirse con él lo más pronto posible, partieron de regreso.

16 Mientras Pablo los esperaba en Atenas, su espíritu se enardecía dentro de él al ver que la ciudad estaba entregada a la idolatría.

17 Por lo tanto, discutía en la sinagoga con los judíos y los piadosos, y todos los días en la plaza mayor, con los que concurrían allí.

18 Y algunos de los filósofos epicúreos y estoicos disputaban con él. Unos decían: — ¿Qué querrá decir este palabrero? Otros decían: — Parece ser predicador de divinidades extranjeras. Pues les anunciaba el evangelio de Jesús y la resurrección.

19 Ellos le tomaron y le llevaron al Areópago diciendo: — ¿Podemos saber qué es esta nueva doctrina de la cual hablas?

20 Pues traes a nuestros oídos algunas cosas extrañas; por tanto, queremos saber qué significa esto.

21 Todos los atenienses y los forasteros que vivían allí no pasaban el tiempo en otra cosa que en decir o en oír la última novedad.

22 Entonces Pablo se puso de pie en medio del Areópago y dijo: — Hombres de Atenas: Observo que son de lo más religiosos en todas las cosas.

23 Pues, mientras pasaba y miraba sus monumentos sagrados, hallé también un altar en el cual estaba esta inscripción: AL DIOS NO CONOCIDO. A aquel, pues, que ustedes honran sin conocerle, a este yo les anuncio.

24 Este es el Dios que hizo el mundo y todas las cosas que hay en él. Y como es Señor del cielo y de la tierra, él no habita en templos hechos de manos,

25 ni es servido por manos humanas como si necesitara algo, porque él es quien da a todos vida y aliento y todas las cosas.

26 De uno solo ha hecho toda raza de los hombres, para que habiten sobre toda la faz de la tierra. Él ha determinado de antemano el orden de los tiempos y los límites de su habitación,

27 para que busquen a Dios, si de alguna manera, aun a tientas, palparan y le hallaran. Aunque, a la verdad, él no está lejos de ninguno de nosotros;

28 porque “en él vivimos, nos movemos y somos”. Como también han dicho algunos de sus poetas: “Porque también somos linaje de él”.

29 »Siendo, pues, linaje de Dios, no debemos pensar que la Divinidad sea semejante a oro, o plata, o piedra, escultura de arte e imaginación de hombres.

30 Por eso, aunque antes Dios pasó por alto los tiempos de la ignorancia, en este tiempo manda a todos los hombres, en todos los lugares, que se arrepientan;

31 por cuanto ha establecido un día en el que ha de juzgar al mundo con justicia por medio del Hombre a quien ha designado, dando fe de ello a todos, al resucitarle de entre los muertos.

32 Cuando le oyeron mencionar la resurrección de los muertos, unos se burlaban, pero otros decían: — Te oiremos acerca de esto en otra ocasión.

33 Así fue que Pablo salió de en medio de ellos,

34 pero algunos hombres se juntaron con él y creyeron. Entre ellos estaba Dionisio, quien era miembro del Areópago, y una mujer llamada Dámaris, y otros con ellos.

CAPITULO 17

1-15. EN TESALONICA EL EXITO DE LA PREDICACION DE PABLO HACE QUE PELIGRE SU VIDA—LE ENVIAN DE NOCHE A BEREA, DONDE SU PREDICACION RECIBE ACEPTACION CULTA—UN MOVIMIENTO HOSTIL ALLI, TRAIDO DESDE TESALONICA, OCASIONA SU REPENTINA SALIDA DE BEREA—LLEGA A ATENAS.

1. Y pasando por Amphípolis—a 53 kilómetros al sudoeste de Filipos, sobre el río Estrimón, a la cabeza del golfo del mismo nombre en la costa del Egeo. y Apolonia—como a 48 kilómetros al sudoeste de Anfípolis; pero no se sabe su precisa localidad. llegaron a Tesalónica—como a 60 kilómetros al oeste de Apolonia, a la cabeza del golfo Termaico (o de Tesalónica) al extremo noroeste del mar Egeo. Esta ciudad era la más importante y más populosa de Macedonia. “Vemos en seguida cuán apropiado era el lugar como punto de partida para el evangelio de Europa, y podemos apreciar la fuerza de lo que dijo Pablo a los tesalonicenses unos pocos meses después de su partida de entre ellos: “De vosotros ha sido divulgada la palabra del Señor no sólo en Macedonia y en Acaya, mas aun en todo lugar’”. [Hows]. donde estaba la sinagoga de los Judíos—de lo que se infiere que (como en Filipos) no había en Anfópolis ni en Apolonia tampoco.

2-4. Pablo, como acostumbraba—Principiaba siempre con los judíos. entró a ellos—Al escribirles a los convertidos sólo pocos meses después de esto, les recuerda cuánto ánimo y fortaleza en frente de las indignidades, por amor del evangelio, se precisaba después del trato vergonzoso que hacía tan poco había sufrido en Filipos (1 Tesalonicenses 2:2). Declarando y proponiendo, que convenía [era menester] que el Cristo padeciese, etc.—Su predicación, parece, era principalmente expositiva, con el propósito de establecer por las Escrituras del Antiguo Testamento (1) que el Mesías predicho había de ser un Mesías que sufriera y muriera, y por tanto, resucitara; (2) que este Mesías no era otra persona que Jesús de Nazaret. se juntaron con Pablo y con Silas—Comp. 2 Corintios 8:5. mujeres nobles no pocas—mujeres prosélitas de distinción. En la Primera Epístola a los Tesalonicenses parece que los convertidos eran casi todos gentiles; no sólo aquellos que fueron antes prosélitos, ganados en la sinagoga, sino algunos que hasta entonces habían sido idólatras (1 Tesalonicenses 1:9). Durante su permanencia, mientras que Pablo se mantenía con su propio trabajo (1 Tesalonicenses 2:9; 2 Tesalonicenses 3:7), recibió provisiones una y otra vez de parte de los filipenses, de lo cual hace honorable reconocimiento (Filipenses 4:15).

5-9. Entonces los Judíos … teniendo celos—al ver minada por este extranjero su propia influencia. algunos ociosos—mejor acaso, “haraganes del mercado”, holgazanes de carácter dudoso. juntando compañía—“haciendo tumulto”. acometiendo la casa de Jasón—con quien se hospedaban Pablo y Silas (v. 7). Al parecer Jasón era pariente de Pablo (Romanos 16:21), y su nombre, que a veces se usaba como forma griega de Josué [Grocio], indicaría que era judío helenista. procuraban sacarlos—a los huéspedes de Jasón—al pueblo. Mas no hallándolos, trajeron a Jasón … a los gobernadores—literalmente. “los politarcas”; el nombre mismo dado a los magistrados de Tesalónica en una inscripción que se halla en un arco aun existente en la ciudad. Tan minuciosa así es la exactitud de esta historia. dando voces: Estos [hombres] que alborotan el mundo—Véase nota; cap. 16:20. todos estos hacen contra los decretos de César, etc.—queriendo decir acaso sólo lo que especifican las palabras que siguen: diciendo que hay otro rey, Jesús—Véase nota, Juan 19:12. Mas recibida satisfacción de Jasón y de los demás—Probablemente haciendo que depositasen dinero como garantía de que los predicadores no harían peligrar de nuevo la paz pública.

10-12. los hermanos, luego de noche, enviaron a Pablo y a Silas—Habría sido inútil así como temerario intentar predicar de nuevo entonces, y esta creencia probablemente hacía más dispuestos a sus amigos a dar fianza de que no se continuaría el esfuerzo misionero. a Berea—a 80 o 90 kilómetros al sudoeste de Tesalónica; ciudad todavía de considerable población e importancia. Y fueron éstos más nobles que los que estaban en Tesalónica—La comparación se hace entre los judíos de las dos ciudades, porque el mayor éxito del evangelio en Tesalónica se obtuvo entre los gentiles. Véanse notas, vv. 2-4. pues [por cuanto] recibieron la palabra con toda solicitud—La escucharon no sólo sin prejuicios, sino con vivo interés, “con corazón bueno y recto” (Lucas 8:17), y con el sincero deseo de ser instruídos (véase Juan 7:17). Nótese la “nobleza” que se atribuye a este estado de mente. escudriñando cada día las Escrituras, si estas cosas eran así—Es decir, si era verdadera la interpretación cristiana que los apóstoles daban a las Escrituras del Antiguo Testamento. Así que [por esta razón] creyeron muchos de ellos—Estaban convencidos de que Jesús de Nazaret, a quien Pablo predicaba, era de veras la gran Promesa y el Tema del Antiguo Testamento. De esto es innegable (1) que el pueblo, no menos que los ministros de la iglesia, tienen el derecho y la obligación de estudiar las Escrituras; (2) que tienen el derecho y la obligación de juzgar, bajo su propia responsabilidad, si la enseñanza que reciben de los ministros de la iglesia está de acuerdo con la palabra de Dios, (3) que no se debe exigir, ni puede ser de valor, ninguna fe que no resulte de la convicción personal. mujeres Griegas de distinción, y no pocos hombres—También griegos éstos. “Las clases altas de estas ciudades europeogriegas y romanizadas eran probablemente mejor instruídas que las de Asia Menor.” [Webster y Wilkinson].

13, 14. los Judíos de Tesalónica … fueron, y también allí tumultuaron al pueblo—“Como cazadores que siguen a la presa, como habían hecho antes desde Iconio a Listra” [Hows]. luego los hermanos—los convertidos ganados en Berea—enviaron a Pablo—así como antes desde Jerusalén (cap. 9:30), y desde Tesalónica (v. 10). Cuánto tiempo permaneció en Berea no sabemos; pero como sabemos que anhelaba y esperaba volver pronto a Tesalónica (1 Tesalonicenses 2:17), es probable que quedase algunas semanas cuando menos, y sólo abandonó su intención de volver a visitar a Tesalónica cuando la virulencia de los enemigos que tenía allí, incitados por los éxitos misioneros en Berea, los llevó a contrarrestar su obra también en Berea. que fuese como a la mar—Tal vez mejor, “que fuese hacia la mar”. Probablemente tardó en determinar su próximo destino hasta llegar a la costa, y hasta que la providencia de Dios le indicase la nave que le llevaría a dicho destino. Conformemente, fué sólo a la llegada a Atenas, cuando la escolta de hermanos bereanos, que hasta allí le habían acompañado, fueron enviados de regreso, para mandar a Timoteo y a Silas que le siguiesen hasta Atenas. Silas y Timoteo se quedaron allí—“Para confirmar la iglesia en la santa fe, para servir de consuelo y fortaleza en sus pruebas y persecuciones, y para darle tal organización según fuese necesario.” [Hows]. Relacionando esto con la decisión de Pablo de dejar a Timoteo y Lucas en Filipos a su salida de allí (véase nota, cap. 16:40), podemos concluir que éste era su plan fijo para alentar los primeros comienzos del evangelio en las localidades europeas y para organizar a los convertidos. Timoteo debió haber seguido pronto al apóstol hasta Tesalónica, llevando, probablemente, una de las “contribuciones a sus necesidades” de parte de los filipenses (Filipenses 4:15), y desde allí con Silas, acompañaría a Pablo a Berea.

15. tomando encargo para Silas y Timoteo, que viniesen a él lo más presto—Probablemente deseaba la compañía y la cooperación de ellos al dirigirse a una esfera tan nueva y tan grande como lo era Atenas. Conformemente se agrega que quedó “esperándolos en Atenas”, como si no se dispusiera a hacer nada antes que llegasen. Que llegaron, no hay razón por qué dudarlo (como dudan algunos críticos excelentes). Porque aunque Pablo mismo dice a los Tesalonicenses que le pareció bien quedarse en Atenas (1 Tesalonicenses 3:1), agrega luego en el v. 2, que envió a Timoteo “a confirmaros y exhortaros”, dando a entender, seguramente que lo volvía a despachar desde Atenas a Tesalónica. En efecto le había mandado venir a Atenas; pero, probablemente, cuando pareció que allí había poco fruto que cosechar, mientras que Tesalónica siguió en un estado demasiado interesante para dejarla sin cuidados, parece haber juzgado que era mejor enviarle de nuevo allá. (Las otras explicaciones sugeridas parecen menos satisfactorias). Timoteo volvió a reunirse con el apóstol en Corintio (cap. 18:5).

16-34. PABLO EN ATENAS.

16, 17. la ciudad dada a idolatría—“cubierta de ídolos”; es decir, la ciudad, no los habitantes. Petronio, escritor contemporáneo de la corte de Nerón, dice satíricamente que era más fácil hallar un dios en Atenas que un hombre. Esto “conmovió el espíritu” de apóstol. “La primera impresión que dejaron en la mente de Pablo las obras maestras del arte humano fué de repugnancia, puesto que toda esta majestad y hermosura se habían puesto entre el hombre y su Creador, y lo había atado más firmemente a sus dioses, que no eran Dios. Con el primer contacto, pues, que el Espíritu de Cristo tuviera con las más sublimes creaciones de arte humano, el juicio del Espíritu Santo—ante el cual todas ellas tendrán que pasar—se establece como “la puerta angosta”, y este juicio del Espíritu tendrá que permanecer como la norma correcta para siempre”. [Baumgarten] Así que, disputaba—“discutía”—en la sinagoga con los Judíos—El sentido del término “así que” no significa que se fué a los judíos, por cuanto los gentiles estaban sumidos en la idolatría; sino: “Por tanto se propuso predicar a la ciudad idolátrica, pero, como era su costumbre, comenzó con los judíos”. y religiosos—prosélitos gentílicos. Después de eso, en la plaza [el ágora, lugar de reuniones públicas] cada día con los que le ocurrían—por casualidad.

18-21. Y algunos filósofos de los Epicúreos—Bien conocida escuela de materialistas ateos, que enseñaban que el placer era el fin principal de la existencia humana; principio que los más racionales interpretaban en un sentido refinado, mientras que los sensuales lo explicaban en su sentido más tosco. y de los Estóicos—Escuela célebre de panteístas severos y altivos, cuyo principio era que el universo estaba bajo la ley de una férrea necesidad, el espíritu del cual se llamaba deidad: que una conformidad desapasionada de la voluntad humana a esta ley, inmovible por las circunstancias y los cambios externos, es la perfección de las virtudes. Mientras que el sistema del estoicismo era en si superior al epicúreo, ambos a dos eran hostiles al evangelio. “Los dos enemigos con los que ha tenido siempre que contender el cristianismo, son los dos principios dominantes de los epicúreos y los estoicos: el placer y el orgullo”. [Hows]. decían: ¿Qué quiere decir este palabrero?—El vocablo, que significa “juntador de semillas”, como un ave, se aplica a uno que recoge y revende trozos de conocimiento, un charlatán; término general de escarnio para cualquier pretendido enseñador. predicador de nuevos dioses—“demonios”, pero en el sentido griego (no en el judaico), designado “objetos de adoración.” porque les predicaba a Jesús y la resurrección—No que ellos pensasen que de éstos Pablo hiciese dos divinidades; los dioses extranjeros para ellos eran Jehová y el resucitado Salvador, ordenado para juzgar al mundo. Y tomándole, le trajeron al Areópago—“La colina donde la corte más terrible de la judicatura se constituía desde tiempos inmemorables para sentenciar a los criminales mayores, y para resolver las cuestiones más solemnes relacionadas con la religión. Ningún lugar de Atenas era tan propio para un discurso sobre los misterios de la religión” [Hows]. El apóstol, sin embargo, no estaba aquí para ser juzgado, sino para exponer más extensamente lo que había sugerido en conversaciones interrumpidas en la plaza.

21. (Entonces todos los Atenienses … en ninguna otra cosa entendían, sino o en decir o en oir alguna cosa nueva.)—literalmente, “más nueva”, como si lo nuevo pronto se hiciese rancio, y deseasen ellos algo más reciente. [Bengel]. Esta descripción viva del carácter ateniense está abundantemente atestiguada por sus propios escritores.

22. Pablo en medio del Areópago—“En pie en medio de la colina de Marte”. Esta alusión preliminar a la posición que ocupaba Pablo, hace ver el deseo del escritor de presentarnos más vívidamente la situación. [Baumgarten]. dijo: Varones Atenienses, en todo os veo como más supersticiosos—más bien (con la mayoría de los intérpretes modernos y de los griegos antiguos), “en todos respectos en extremo reverenciales”, o “muy dados al culto religioso”, siendo una introducción conciliadora y encomiosa, fundada en su propia observación de los símbolos de devoción con que la ciudad estaba cubierta, y de los que todos los escritores griegos, así como el apóstol, inferían la religiosidad ejemplar de los atenienses. (La traducción usual daría la idea de que solamente la superstición excesiva era mala y de que el apóstol en sus primeras palabras ofendía a sus oyentes, mientras que en verdad todo su discurso es escrupulosamente cortés).

23. pasando y mirando vuestros santuarios—u objetos de culto, como explica la referencia que en seguida hace a sus obras de arte consagrada a la religión. hallé también un altar … Al Dios no conocido—Erigido probablemente para conmemorar alguna intervención divina que ellos no pudieron atribuir a deidad conocida alguna. Escritores griegos atestiguan que había tales altares; y de este hecho hábilmente se aprovecha el apóstol al principio, como texto fundamental, tomándolo como evidencia de aquella falta de percepción religiosa, la cual, en virtud de una luz mejor que él poseía, estaba preparado para disipar. Aquél pues, que vosotros honráis sin conocerle—es decir, “el Dios no conocido”. a éste os anuncio yoEste no es como alguno de sus discursos anteriores, salvo el que pronunció a los idólatras de Licaonia (cap. 14:15-17). Su tema no es, como en las sinagogas, la mesianidad de Jesus, sino EL DIOS VIVO, en oposición al politeísmo materialista y panteísta de Grecía, el que subvertía toda religión verdadera. Tampoco se presenta con especulación sobre este profundo tema (del que habrían oído bastante de parte de otros), sino con un “anuncio” autorizado de Aquel que ellos a tientas buscaban; aunque sin darle nombre y sin nombrar tampoco al Salvador mismo, mas desenvuelve el verdadero carácter de ambos a la medida en que ellos podían recibirlo.

24, 25. El Dios que hizo el mundo y todas las cosas que en él hay—Los filósofos más profundos de Grecia no podían concebir ninguna distinción verdadera entre Dios y el universo. Densa oscuridad, pues, debió cernirse sobre todos sus conceptos religiosos. Para disipar la misma, el apóstol principia con una aseveración aguda tocante al hecho de la creación, como el principio céntrico de toda religión verdadera; principio no menos necesitado ahora, contra el idealismo transcendental de nuestro día. como sea Señor [o Soberano] del cielo y de la tierra—Teniendo en libre y absoluta sujeción todas las obras de sus manos; presidiendo en augusta majestad sobre ellas, así como compenetrándolas como el principio esencial de la existencia de ellas. ¡Cuán distinto es este principio de la creencia de que todas las criaturas estén sujetas a la Fuerza ciega o la Fatalidad! no habita en templos hechos de manos—Este pensamiento, tan familiar a los oídos judíos (1 Reyes 8:27; Isaías 66:1; Hechos 7:48), y tan elemental a los cristianos, serviría para definir con más certeza a los oyentes paganos la espiritualidad de aquel Dios vivo y personal que les estaba anunciando. Ni es honrado [servido] con manos de hombres, necesitado de algo—Aunque este pensamiento no nos es menos familiar, aun desde los tiempos más primitivos del Antiguo Testamento (Job 35:6, Job 35:8; Salmo 16:2; Salmo 50:12; Isaías 40:14), derramaría raudales de luz sobre cualquier mente pagana cándida que lo escuchara. él da a todos vida, y respiración, y todas las cosas—El dador de todo seguramente no puede depender de los recibidores de todo (1 Crónicas 29:14). Este es el punto culminante del teísmo puro.

26, 27. Y de una sangre ha hecho todo el linaje de los hombres, para que habitasen sobre toda la faz de la tierra—Creyendo con la enseñanza del Antiguo Testamento que en la sangre está la vida (Génesis 9:4; Levítico 17:11; Deuteronomio 12:23), el apóstol ve que es una esta corriente de vida de toda la raza humana, y que proviene de una sola fuente. [Baumgarten]. y les ha prefijado el orden de los tiempos, y los términos de la habitación de ellos—El apóstol aquí se opone tanto a la casualidad estoicista como a la epicureísta, atribuyendo los períodos de tiempos y las localidades en que florecen los hombres y las naciones a la soberana voluntad y a la predeterminación de un Dios vivo

27. Para que buscasen a [el] Dios—Tal es la finalidad de todos estos arreglos previstos del Poder, la Sabiduría y el Amor divinos. si en alguna manera, palpando, [como quien anda a tientas en la oscuridad], le hallen—Un cuadro vivo de la turbia atmósfera de la religión natural. aunque cierto no está lejos de cada uno de nosotros—La dificultad de hallar a Dios fuera de la religión revelada, no consiste su distancia de nosotros, sino en lo distantes que estamos nosotros de él, por el efecto cegador del pecado.

28. Porque en él vivimos, y nos movemos, y somos [o bien, “existimos”]—Esto no significa meramente que “sin él no tengamos vida, ni aquella moción que manifiesta toda la naturaleza inanimada, ni aun la existencia misma” [Meyer], sino que Dios es el Principio viviente e inminente de todas estas cosas en los hombres. como también algunos de vuestros poetas dijeron: Porque linaje de éste somos también—La primera mitad de la quinta linea, palabra por palabra, de un poema astronómico de Arato, connacional griego del apóstol y su predecesor como por 300 años. Pero, como Pablo insinúa, el mismo sentimiento se halla en otros poetas griegos. Ellos lo pensaron sin duda en sentido panteísta; pero la verdad que expresa el apóstol la torna en provecho suyo propio; para enseñar un teísmo puro, personal y espiritual. (Probablemente durante su retiro tranquilo en Tarso [cap. 9:30], pensando en su vocación especial a favor de los gentiles, se entregara al estudio de cuanta literatura griega pudiera aprovechar en su futura labor cristiana. De ahí pues ésta y sus otras citas de los poetas griegos, 1 Corintios 15:33; Tito 1:12).

29. Siendo pues linaje de Dios, no hemos de estimarLa cortesía de este lenguaje es digna de notarse. la Divinidad ser semejante a oro, o a plata, o a piedra, escultura de artificio o de imaginación de hombres—Apenas se puede dudar de que el apóstol aquí señalara con la mano aquellos sin par monumentos de arte plástico, en oro y en plata y en piedras preciosísimas, que le circundaban profusamente. Los más inteligentes de los griegos paganos ya no pretendían que estos dioses y diosas esculpidos fuesen deidades reales, ni que fuesen retratos fieles de ellas, como tampoco creen así los romanistas respecto a sus imágenes, lo que Pablo, sin duda, sabía; sin embargo, aquí lo vemos condenando todos los esfuerzos semejantes por representar visiblemente al Dios invisible. ¡Cuán vergonzosamente inexcusables pues son las iglesias griega y romana cuando paganizan el culto llamado cristiano enseñando el uso de cuadros e imágenes en los servicios religiosos! (En el siglo octavo el segundo concilio de Nicea decretó que la imagen de Dios era un objeto tan digno de adoración como Dios mismo).

30. Empero Dios, habiendo disimulado los tiempos de esta ignorancia—Pasó por alto, sin tomar en cuenta, o soportó sin imponer castigo, permitiendo tan sólo que la degradante tendencia de semejante culto se desarrollase (comp. cap. 14:16, con nota, Romanos 1:24, etc.). ahora—que una nueva luz amaneció en el mundo. Denuncia—Es decir, que “aquel deber—que siempre incumbía al hombre alejado de su Creador, pero que hasta ahora se había recomendado a sí mismo silenciosamente, sin hacerse sentir mucho—ahora es perentorio”. a todos los hombres en todos los lugares que se arrepientan—(Comp. Colosenses 1:6, Colosenses 1:23; Tito 2:11). Alusión tácita a las limitaciones del favorecido judaísmo, en donde siempre se urgía el arrepentimiento inmediato y completo. La palabra “arrepentirse” se usa aquí (como en Lucas 13:5; Lucas 15:10) en su sentido más comprensivo de “arrepentimiento para vida”.

31. Por cuanto ha establecido un día en el cual ha de juzgar al mundo—Tal lenguaje, fuera de duda, enseña que el juicio será, en su esencia, un solemne tribunal judicial celebrado sobre toda la humanidad a un mismo tiempo. “¡Cuán propiamente fué pronunciado este discurso en el Areópago, la sede de juicio!” [Bengel]. por aquel varón al cual determinó—comp. Juan 5:22, Juan 5:27; Hechos 10:42. dando fe a todos con haberle levantado de los muertos—Esta es la evidencia más patente para la humanidad en general, de la autoridad judicial de que el Resucitado está revestido.

32. Y así como oyeron de la resurrección de los muertos, unos se burlaban—Como la religión griega no era sino la glorificación de la vida presente, por medio del culto rendido a todas las formas más hermosas, la resurrección, que presupone la vanidad de la vida presente, y que no es sino vida de entre la muerte de todo aquello que el pecado ha manchado, no podía tener ningún encanto para el verdadero griego. Esta doctrina daba el golpe de muerte a sus ideas fundamentales y más queridas; y mientras no se comprobase que éstas eran falsas y fatales, tampoco podrían la resurrección y el evangelio, del cual era una doctrina primordial, parecer más que ridículos. otros decían: Te oiremos acerca de esto otra vez—“Cumplido ocioso para Pablo y un calmante para la conciencia de ellos, así como vemos a menudo en nuestro día. Probablemente ellos, como Félix, temieron oír más, para no ser constreñidos a creer verdades no queridas. Véase cap. 24:25; comp. Mateo 13:15”. [Webster y Wilkinson].

33. Y así Pablo se salió—Si él hubiera expuesto algo extensamente el plan del evangelio en este discurso, si no hubiese sido interrumpido, o si esto lo hubiera reservado para exposición posterior a los interesados, no podemos decir. Solamente el discurso no ha de tenerse por completo del todo.

34. Mas algunos creyeron, juntándose con él—Lejos de burlarse o de terminar el asunto cortésmente, habiendo escuchado con interés, se unieron al apóstol para recibir más instrucción, y así “creyeron”. Dionisio el del Areópago—Miembro de aquel augusto tribunal. Una tradición antigua dice que fué puesto por Pablo sobre el pequeño rebaño de Atenas. “De seguro el número de convertidos allí y de hombres capaces para puestos en la iglesia, no fué grande como para que pudiese haber muchas preferencias.” [Olshausen]. una mujer llamada Dámaris—Ciertamente no una de los oyentes en el Areópago, sino ganada para la fe o antes o después del discurso. Nada se sabe de ella. De las demás labores de Pablo en Atenas, y cuánto tiempo permaneció allá, no se nos dice nada. Es cierto que no fué expulsado. Pero “es un hecho serio e instructivo que las poblaciones mercantiles de Tesalónica y de Corinto recibieron el mensaje de Dios con más prontitud que los pulidos eruditos de Atenas. Dos cartas dirigidas a los tesalonicenses y dos a los corintios nos quedan para atestiguar el estado floresciente de aquellas iglesias. Pero no aparece carta alguna que San Pablo escribiera a los atenienses; ni leemos que él haya estado otra vez en la ciudad de ellos”. [Hows].

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