Mateo 13:1-58

1 Aquel día Jesús salió de la casa y se sentó junto al mar.

2 Y se le acercó mucha gente, de manera que él entró en una barca para sentarse, y toda la multitud estaba de pie en la playa.

3 Entonces les habló muchas cosas en parábolas, diciendo: “He aquí un sembrador salió a sembrar.

4 Mientras él sembraba, parte de la semilla cayó junto al camino; y vinieron las aves y la devoraron.

5 Y otra parte cayó en pedregales, donde no había mucha tierra; y brotó rápidamente, porque la tierra no era profunda.

6 Pero cuando salió el sol, se quemó; y porque no tenía raíz, se secó.

7 Y otra parte cayó entre los espinos. Los espinos crecieron y la ahogaron.

8 Y otra parte cayó en buena tierra y dio fruto, una a ciento, otra a sesenta y otra a treinta por uno.

9 El que tiene oídos, que oiga”.

10 Entonces se acercaron los discípulos y le dijeron: — ¿Por qué les hablas por parábolas?

11 Y él, respondiendo, les dijo: — Porque a ustedes se les ha concedido conocer los misterios del reino de los cielos, pero a ellos no se les ha concedido.

12 Porque al que tiene, le será dado, y tendrá más; pero al que no tiene, aun lo que tiene le será quitado.

13 Por esto les hablo por parábolas; porque viendo no ven, y oyendo no oyen ni tampoco entienden.

14 Además, se cumple en ellos la profecía de Isaías, que dice: De oído oirán, y nunca entenderán; y mirando mirarán, y nunca verán.

15 Porque el corazón de este pueblo se ha vuelto insensible, y con los oídos han oído torpemente. Han cerrado sus ojos para que no vean con los ojos ni oigan con los oídos ni entiendan con el corazón ni se conviertan. Y yo los sanaré.

16 Pero ¡bienaventurados sus ojos, porque ven; y sus oídos, porque oyen!

17 Porque de cierto les digo que muchos profetas y justos desearon ver lo que ustedes ven y no lo vieron, y oír lo que ustedes oyen y no lo oyeron.

18 »Ustedes, pues, oigan la parábola del sembrador.

19 Cuando alguien oye la palabra del reino y no la entiende, viene el maligno y arrebata lo que fue sembrado en su corazón. Este es el que fue sembrado junto al camino.

20 Y el que fue sembrado en pedregales es el que oye la palabra y en seguida la recibe con gozo;

21 pero no tiene raíz en sí, sino que es de poca duración, y cuando viene la aflicción o la persecución por causa de la palabra, en seguida tropieza.

22 Y el que fue sembrado en espinos, este es el que oye la palabra, pero las preocupaciones de este mundo y el engaño de las riquezas ahogan la palabra, y queda sin fruto.

23 Pero el que fue sembrado en buena tierra, este es el que oye la palabra y la entiende, el que de veras lleva fruto y produce, uno a ciento, otro a sesenta, y otro a treinta por uno.

24 Les presentó otra parábola diciendo: “El reino de los cielos es semejante a un hombre que sembró buena semilla en su campo.

25 Pero, mientras dormían los hombres, vino su enemigo y sembró cizaña entre el trigo, y se fue.

26 Cuando brotó la hierba y produjo fruto, entonces apareció también la cizaña.

27 Se acercaron los siervos al dueño del campo y le preguntaron: ‘Señor, ¿no sembraste buena semilla en tu campo? ¿De dónde, pues, tiene cizaña?’.

28 Y él les dijo: ‘Un hombre enemigo ha hecho esto’. Los siervos le dijeron: ‘Entonces, ¿quieres que vayamos y la recojamos?’.

29 Pero él dijo: ‘No; no sea que al recoger la cizaña arranquen con ella el trigo.

30 Dejen crecer a ambos hasta la siega. Cuando llegue el tiempo de la siega, yo diré a los segadores: Recojan primero la cizaña y átenla en manojos para quemarla. Pero reúnan el trigo en mi granero’”.

31 Les presentó otra parábola diciendo: “El reino de los cielos es semejante al grano de mostaza que un hombre tomó y sembró en su campo.

32 Esta es la más pequeña de todas las semillas; pero cuando crece, es la más grande de las hortalizas y se convierte en árbol, de modo que vienen las aves del cielo y hacen nidos en sus ramas”.

33 Les dijo otra parábola: “El reino de los cielos es semejante a la levadura que una mujer tomó y escondió en una gran cantidad de harina, hasta que todo quedó leudado”.

34 Todo esto habló Jesús en parábolas a las multitudes y sin parábolas no les hablaba,

35 de manera que se cumplió lo dicho por medio del profeta diciendo: Abriré mi boca con parábolas; publicaré cosas que han estado ocultas desde la fundación del mundo.

36 Entonces, una vez despedida la multitud, volvió a casa. Y sus discípulos se acercaron a él diciendo: — Explícanos la parábola de la cizaña del campo.

37 Y respondiendo él dijo: — El que siembra la buena semilla es el Hijo del Hombre.

38 El campo es el mundo. La buena semilla son los hijos del reino, y la cizaña son los hijos del maligno.

39 El enemigo que la sembró es el diablo. La siega es el fin del mundo, y los segadores son los ángeles.

40 De manera que como la cizaña es recogida y quemada en el fuego, así será el fin del mundo.

41 El Hijo del Hombre enviará a sus ángeles, y recogerán de su reino a todos los que causan tropiezos y a los que hacen maldad,

42 y los echarán en el horno de fuego. Allí habrá llanto y crujir de dientes.

43 Entonces los justos resplandecerán como el sol en el reino de su Padre. El que tiene oídos, que oiga.

44 »El reino de los cielos es semejante a un tesoro escondido en el campo, que un hombre descubrió y luego escondió. Y con regocijo va, vende todo lo que tiene y compra aquel campo.

45 »Además, el reino de los cielos es semejante a un comerciante que buscaba perlas finas.

46 Y habiendo encontrado una perla de gran valor, fue y vendió todo lo que tenía, y la compró.

47 »Asimismo, el reino de los cielos es semejante a una red que fue echada en el mar y juntó toda clase de peces.

48 Cuando estuvo llena, la sacaron a la playa. Y sentados recogieron lo bueno en cestas y echaron fuera lo malo.

49 Así será el fin del mundo: Saldrán los ángeles y apartarán a los malos de entre los justos,

50 y los echarán en el horno de fuego. Allí habrá llanto y crujir de dientes.

51 »¿Han entendido todas estas cosas? Ellos le dijeron: — Sí.

52 Él les dijo: — Por eso, todo escriba instruido en el reino de los cielos es semejante a un padre de familia que saca de su tesoro cosas nuevas y viejas.

53 Aconteció que cuando Jesús terminó estas parábolas, partió de allí.

54 Vino a su tierra y les enseñaba en su sinagoga, de manera que ellos estaban atónitos y decían: — ¿De dónde tiene este esta sabiduría y estos milagros?

55 ¿No es este el hijo del carpintero? ¿No se llama su madre María, y sus hermanos Jacobo, José, Simón y Judas?

56 ¿No están todas sus hermanas con nosotros? ¿De dónde, pues, le vienen a este todas estas cosas?

57 Se escandalizaban de él. Pero Jesús les dijo: — No hay profeta sin honra sino en su propia tierra y en su casa.

58 Y no hizo allí muchos milagros a causa de la incredulidad de ellos.

JESUS ENSEÑA POR PARABOLAS. (Pasajes paralelos, Marco 4:1; Lucas 8:4; Lucas 13:18). Introducción (v. 1-3).

1. Y aquel día, saliendo Jesús de casa, se sentó junto a la Marco 2. Y se llegaron a él muchas gentes; y entrándose él en el barco—el artículo “el”, que aparece aun en el texto recibido, carece de autoridad. Debe ser “entrándose en un barco”—se sentó, y toda la gente estaba a la ribera—¡Qué cuadro tan gráfico! Provino sin duda de la pluma de un testigo ocular impresionado por la escena. Esto aconteció el mismo día en que dirigió el discurso anterior del cap. 12, cuando sus parientes lo creían “fuera de sí” por causa de su desinterés en la comida y el reposo; aquel mismo día, retirándose a la orilla del mar, y sentándose, tal vez para recibir la frescura de la playa y descansar, las multitudes nuevamente se agolpan alrededor de él, y quizá siente deseos de alejarse en el bote que siempre estaba guardado a su disposición; no obstante, sin haber descansado, empieza un nuevo curso de enseñanza dirigido a las multitudes ansiosas que cubren la ribera. En ningún idioma hay algo comparable a las parábolas de nuestro Señor, las cuales son únicas por su sencillez, su abundancia y variedad de enseñanza espiritual. Están adaptadas a todas las clases y grados de desenvolvimiento, y son entendidas por cada uno según la medida de su capacidad espiritual.

3. Y les habló muchas cosas por parábolas, diciendo: etc.—Estas parábolas son siete en número; y es especialmente notable el hecho de que, siendo éste el número sagrado, las cuatro primeras de ellas fueron dirigidas a la multitud mixta, mientras que las tres restantes fueron pronunciadas en privado a los Doce apóstoles; siendo estas divisiones, de cuatro y tres, también notables en los números simbólicos de las Escrituras. Otra cosa notable en la estructura de estas parábolas es, que, habiendo sido usada la primera de las siete, o sea la del Sembrador, como introducción al grupo de parábolas, las seis restantes forman tres pares: la Segunda y la Séptima; la Tercera y la Cuarta; y la Quinta y Sexta, corresponden mutuamente, presentando los dos miembros de cada par las mismas enseñanzas generales, aunque con cierta variedad de aspecto. Todo esto difícilmente será accidental.

La Primera Parábola (v. 3-9, 18-23). Esta parábola podría llamarse: El Efecto de la Palabra Depende del Estado del Corazón. Para la exposición de esta parábola, véase el comentario sobre Marco 4:1, Marco 4:14.

Motivo para Enseñar en Parábolas (v. 10-17).

10. Entonces, llegándose los discípulos, le dijeron—“Y cuando estuvo solo, le preguntaron los que estaban cerca de él” (Marco 4:10). ¿Por qué les hablas por parábolas?—Aunque antes había expresado algunos conceptos en forma parabólica para hacer más viva su enseñanza, parecería que ahora por primera vez empleó formalmente este método de enseñanza.

11. Y él respondiendo, les dijo: Porque a vosotros es concedido saber los misterios del reino de los cielos—La palabra “misterios” en las Escrituras no se usa en su sentido clásico para denotar “secretos religiosos”, no tampoco “cosas incomprensibles o, en su naturaleza propia, difíciles de entender”, sino que se usa para indicar “cosas de revelación puramente divina”, y, generalmente, “cosas obscuramente anunciadas y parcialmente entendidas bajo la antigua dispensación; pero que fueron publicadas plena y claramente en la época del Evangelio” (1 Corintios 2:6; Efesios 3:3, Efesios 3:8,9). Los misterios del reino de los cielos”, entonces quiere decir aquellas verdades evangélicas gloriosas que en aquel entonces sólo los discípulos más avanzados podían apreciar, y ellos sólo parcialmente. mas a ellos no es concedido—(Véase el comentario sobre el cap. 11:25). Las parábolas tienen el doble propósito de revelar y esconder, presentando “los misterios del reino,” en una luz nueva y atrayente, a aquellos que los conocen y gustan de ellos, aun cuando sea en grado pequeño mas a los que son insensibles a las cosas espirituales, proporcionan, como si fueran cuentos, sólo un entretenimiento momentáneo.

12. Porque a cualquiera que tiene—es decir, que guarda como una cosa que estima—se le dará, y tendrá más—será recompensado al recibir de aquello que tanto aprecia—pero al que no tiene—quien lo deja escapar, o no lo usa, como si fuera una cosa sin valor—aun lo que tiene—o como está en Lucas (8:18) : “aun lo que parece tener” o “que cree tener”. le será quitado—Este es un principio de gran importancia, y como otros dichos serios de nuestro Señor, parece haber sido pronunciado en más de una ocasión, y en conexiones diferentes. (Véase el comentario sobre el cap. 25:9). Siendo un gran principio ético, lo vemos puesto en práctica en todas partes bajo la ley general del hábito; en virtud de la cual, los principios morales se fortalecen más por medio del ejercicio, mientras que por causa del desuso, o por el ejercicio de principios contrarios, se debilitan más y al fin expiran. El mismo principio reina en el mundo intelectual, y aun en el animal, y quizá en el mundo vegetal también, como los hechos de la fisiología prueban suficientemente. Aquí, sin embargo, es visto como una ordenanza divina, o como una retribución judicial que está en operación continua y que es administrada divinamente.

13. Por eso les hablo por parábolas—lo cual el Señor no empezó a hacer, obsérvese bien, hasta que sus milagros fueron malignamente atribuídos a Satanás. porque viendo no ven—Ellos “vieron”, porque la luz les resplandeció como nunca había resplandecido antes; pero ellos “no vieron”, porque cerraron sus ojos. y oyendo no oyen, ni entienden—Ellos “oyeron”, pues les había enseñado aquel de quien habían dicho: “Nunca ha hablado hombre así como este hombre”; pero “no oyeron”, porque nada absorbieron, no entendiendo las palabras penetrantes y vivificantes a ellos dirigidas. En Marcos y Lucas, lo que aquí se expresa como un acto humano, se presenta como cumpliendo un propósito divino: “para que viendo, vean y no echen de ver”, etc. (Marco 4:12) La explicación de esto la encontramos en las palabras del versículo anterior: que por una ley fija de la administración divina, el deber que los hombres voluntariamente se niegan a cumplir, y por tanto no cumplen, al final llegan a ser incapaces de cumplirlo.

14. De manera que se cumple en ellos la profecía de Isaías, que dice—más bien, “se está. cumpliendo” o “está recibiendo su cumplimiento.” (Isaías 6:9, se cita aquí segun la versión de los Setenta). De oído oiréis, y no entenderéis, etc.—Ellos justamente estaban sellados bajo las tinieblas y la obstinación que deliberadamente prefirieron, en vez de escoger la luz y la sanidad que Jesús puso a su alcance.

16. Mas bienaventurados vuestros ojos, porque ven; y vuestros oídos, porque oyen—es decir “Bienaventurados vosotros cuyos ojos y oídos están abiertos voluntaria y alegremente para absorber la luz divina”.

17. Porque de cierto os digo, que muchos profetas y justos desearon ver—más bien, “anhelaron ver”—lo que veis, y no lo vieron; y oir lo que oís, y no lo oyeron—No sólo eran los discípulos bendecidos más que los “ciegos” ya mencionados, sino más favorecidos que los más dignos y mejores hombres que vivieron bajo la antigua dispensación, quienes no tuvieron sino un reflejo de las cosas del nuevo reino; y este reflejo sólo fué suficiente para despertar en ellos deseos que no habían de cumplirse en sus días. En Lucas 10:23, donde se repite el mismo dicho al regreso de los Setenta, se usan las palabras “profetas y reyes” en lugar de “profetas y justos”, ya que varios de los santos del Antiguo Testamento eran reyes.

Las Parábolas Segunda y Séptima, o el Primer Par de Parábolas: EL TRIGO Y LA CIZAÑA, y LOS PECES BUENOS Y LOS PECES MALOS (v. 24-30; 36-43, y 47-50). El tema de estas dos parábolas, que enseñan la misma verdad aunque difieren un poco en su aspecto, es:

EL CARACTER MEZCLADO DEL REINO EN SU ACTUAL ESTADO, y LA SEPARACION ABSOLUTA Y FINAL DE LAS DOS CLASES.

El Trigo y la Cizaña (v. 24-30; 36-43).

24. Otra parábola les propuso, diciendo: El reino de los cielos es semejante al hombre que siembra buena simiente en su campo—Felizmente para nosotros, estas exquisitas parábolas son explicadas por el gran Predicador mismo, con una sencillez y una claridad encantadoras. Por lo tanto, pasamos a las vv. 36-38.

36. Entonces, despedidas las gentes, Jesús se vino a casa; y llegándose a él sus discípulos, le dijeron: Decláranos la parábola de la cizaña del campo, etc.—En la Parábola del Sembrador, “la simiente es la palabra de Dios” (Lucas 8:11). Pero aquí aquella palabra ha sido recibida en el corazón del hombre, y le ha convertido en criatura nueva, un “hijo del reino”, según aquel dicho de Santiago (Lucas 1:18): “El, de su voluntad nos ha engendrado por la palabra de verdad, para que seamos primicias de sus criaturas”. Es digno de notarse que este vasto campo que se menciona aquí es de Cristo mismo; “su campo”, dice la parábola. (Véase Salmo 2:8).

25. Mas durmiendo los hombres, vino su enemigo y sembró cizaña entre el trigo, y se fué. 38. la cizaña son los hijos del malo—Como esta siembra sólo pudo hacerse mientras los hombres dormían, parece que no hay censura en contra de nadie, y seguramente no se culpa tampoco a “los siervos”; pero esto probablemente no es más que el “adorno” de la parábola.

39. Y el enemigo que la sembró, es el diablo—enfáticamente “su enemigo” (v. 25). Véase Génesis 3:15; 1 Juan 3:8, Joel 3:8. El término “cizaña” se refiere a alguna hierba dañina. “La cizaña son los hijos del malo”; y por ser sembrada entre el trigo, se da a entender que es depositada dentro del territorio de la iglesia visible. Como los hijos del malo se asemejan a los hijos del reino en que brotan bajo un mismo proceso similar de siembra, la semilla del mal es esparcida en el suelo de aquellos corazones en que cae la simiente de la palabra. El enemigo, después de sembrar su. “cizaña”, se va; su nefasta obra ha sido efectuada, pero ésta necesita tiempo para el desarrollo de su verdadero carácter. (Pero “el campo es el mundo”, v. 38, no “la iglesia visible”, como dice nuestro autor. No vemos aquí ningún argumento contra la disciplina de miembros falsos en las iglesias. No tenemos que arrancar “la cizaña” fuera del “campo”, el mundo; no tenemos derecho de matar a los pecadores, o herejes, como antiguamente hacía la Iglesia Romana. Los hijos del reino y los hijos del malo tienen que seguir viviendo en el mismo mundo, pero no en la misma iglesia. Nota del Trad.)

26. Y como la hierba salió e hizo fruto, entonces apareció también la cizaña—creciendo ambas al mismo tiempo, como suele acontecer con algunos principios antagónicos.

27. Y llegándose los siervos del padre de la familia—es decir, los ministros de Cristo—le dijeron: Señor, ¿no sembraste buena simiente en tu campo? ¿de dónde, pues, tiene cizaña?—Esto expresa bien la sorpresa, el desengaño y la ansiedad de los fieles siervos de Cristo al descubrir “hermanos falsos” entre los miembros de la iglesia. (Véase arriba la Nota del Trad.).

28. Y él les dijo: Un hombre enemigo ha hecho esto—Estas son palabras bondadosas emitidas por un buen propietario, quien con toda honestidad excusa a sus siervos del dafio hecho a su campo. Y los siervos le dijeron: ¿Quieres, pues, que vayamos y la cojamos?—Compárese esta pregunta con la que hicieron Santiago y Juan cuando los samaritanos no recibieron a su Maestro: (Lucas 9:54): “Señor, ¿quieres que mandemos que descienda fuego del cielo. y los consuma?” En esta clase de celo se halla generalmente una mezcla de ardor carnal. (Véase Santiago 1:20).

29. Y él dijo: No—“Será hecho a su debido tiempo; pero ahora no, ni es asunto vuestro”. porque cogiendo la cizaña, no arranquéis también con ella el trigo—Ningún otro argumento podría enseñar más clara y fuertemente lo difícil que es hacer distinción entre las dos clases, y la gran probabilidad que hay de que al tratar de distinguir una, sean confundidas las dos clases.

30. Dejad crecer juntamente lo uno y lo otro—es decir, en la iglesia visible. (Más bien, en este mundo, porque “el campo es el mundo”. Nota del Trad.). hasta la siega—hasta que lo uno se madure para alcanzar la plena salvación, y lo otro para ser objeto de la destrucción eterna.

39. la siega es el fin del mundo—o sea, el tiempo de la segunda venida de Cristo, y de la justa separación de los rectos y los malvados. Antes de este período no se hará ninguna tentativa para efectuar tal separación. Pero creer que esto justifique el hecho de permitir que personas abiertamente escandalosas permanezcan en la comunión de la iglesia, es pervertir la enseñanza de esta parábola a fines opuestos a los que ella enseña. y además, es estar en contra de los consejos apostólicos (1 Corintios cap. 5).

30. y al tiempo de la siega yo diré a los segadores … 39. los segadores son los ángeles—Pero ¿qué ángeles? “Enviará el Hijo del hombre sus ángeles” (v. 41). Compárese 1 Pedro 3:22 que dice en cuanto a Cristo: “El cual está a la diestra de Dios, habiendo subido al cielo; estando a él sujetos los ángeles, y las potestades, y virtudes”.

30. Coged primero la cizaña, y atadla en manojos para quemarla—“al fuego” (v. 40)—mas recoged el trigo en mi alfolí—Cristo, como Juez, separará las dos clases de cosecha (como en el cap. 25:32). Se notará que la cizaña se quema antes de que se guarde el trigo; en la exposición de la parábola (v. 41, 43), se observa el mismo orden; así como en el cap. 25:46, como si en un sentido literal se dijera: “Ciertamente con tus ojos mirarás, y verás la recompensa de los impíos” (Salmo 91:8).

41. Enviará el Hijo del hombre sus ángeles, y cogerán de su reino—“de entre su reino”, dice el original griego, ya que a aquel reino nunca pertenecieron en realidad. Ellos usurparon el lugar, el nombre y los privilegios externos de los verdaderos cristianos; pero “no se levantarán los malos en cl juicio, ni los pecadores en la congregación de los justos” (Salmo 1:5). todos los escándalos—todos los que han sido tropiezo para otros. y los que hacen iniquidad—Aquella clase se menciona primero por ser la peor.

42. Y los echarán en el horno de fuego: allí será el lloro y el crujir de dientes—¡Qué terrible es este lenguaje! “Echarán”, o mejor dicho, “arrojaràn”: término expresivo de indignación, aborrecimiento, vilipendio (compárese con el Salmo 9:17; Daniel 12:2). El “horno de fuego”, da a entender la ferocidad del tormento; el “lloro”, indica la angustia que produce “el horno de fuego”; mientras que el “crujir de dientes” expresa de una manera vívida la desesperación a la cual conduce su irremediable situación. Véase el comentario sobre el cap. 8:12.

43. Entonces los justos resplandecerán como el sol en el reino de su Padre—como si una nube los hubiera cubierto durante su asociación con los impíos, quienes fingían tener un carácter recto y pretendían gozar de los privilegios de los justos, y así estorbaban la obra de ellos. el que tiene oídos para oír, oiga—(Véase el comentario sobre Marco 4:9).

Los Peces Buenos y los Peces Malos (v. 47-50). Esta breve parábola y la del Trigo y la Cizaña fueron pronunciadas con el mismo propósito. Pero así como son menos sus detalles, la enseñanza de esta última es menos rica y variada.

47. Asimismo el reino de los cielos es semejante a la red, que echada en la mar, coge de todas suertes de peces—La palabra aquí traducida “red” significa una red barredera grande. que todo lo arrastra consigo no permitiendo que nada se escape; una red distinta de la red arrojadiza, mencionada en Marco 1:16, Marco 1:18. Este término describe la amplia eficacia del evangelio, que atrae a toda suerte de personas de toda variedad de carácter.

48. La cual estando llena, la sacaron a la orilla—ya que la separación no será hecha mientras no sea completo el número de los elegidos—y sentados—expresando así la deliberación o precaución con la cual será hecha al final la justa separación de ellos—cogieron lo bueno en vasos. y lo malo echaron fuera—lit., “lo podrido”. pero aquí quiere decir “lo feo” o “lo inútil”, que corresponde a la “cizaña” en la otra parábola.

49. Así será al fin del siglo, etc.—Véase el comentario sobre el v. 42. Hemos dicho que cada una de estas dos parábolas presenta la misma verdad bajo una pequeña diversidad de aspectos. ¿Cuál es la diversidad? Primero, los malos, en la primera parábola, se presentan como semilla mala sembrada entre el trigo por el enemigo de las almas; en la última, como peces inútiles sacados del gran mar de seres humanos por la red del evangelio. Ambas son verdades importantes: que el evangelio atrae dentro de su radio de acción, y algunas veces introduce a la comunión de la iglesia multitudes que son cristianas sólo de nombre; y que el daño causado así a la iglesia debe atribuirse al ser maligno. Pero además, mientras que la parábola anterior hace énfasis a la actual mezcla de buenos y malos, en ésta el énfasis recae sobre la futura separación de las dos clases.

La Tercera y la Cuarta Parábolas, o el Segundo Par de Parábolas: LA SEMILLA DE MOSTAZA y LA LEVADURA (v. 31-33). El tema de estas dos parábolas, así como el del primer par, es el mismo, aunque difieren un poco en su aspecto. El tema es:

EL CRECIMIENTO DEL REINO DESDE LOS COMIENZOS MAS PEQUEÑOS HASTA LA UNIVERSALIDAD FINAL.

La Semilla de Mostaza (v. 31, 32).

31. Otra parábola les propuso, diciendo: El reino de los cielos es semejante al grano de mostaza, que tomándolo alguno lo sembró en su campo; 32. El cual a la verdad es la más pequeña de todas las simientes—no absolutamente, sino popular y proverbialmente, como cuando Lucas (Marco 17:6,): “Si tuvieseis fe como un grano de mostaza”; es decir, “muy pequeña” mas cuando ha crecido, es la mayor de las hortalizas—no precisamente, sino en relación con el tamano de la simiente aunque en climas cálidos crece proverbialmente grande. y se hace árbol, que vienen las aves del cielo y hacen nidos en sus ramas—Esto es añadido, para expresar la amplitud del árbol. Pero como su simiente es de un sabor picante y atrayente, el cual puede apreciarse mejor cuando la semilla es triturada, y tiene un gusto agradable para las aves, éstas son atraídas a sus ramas por el abrigo y por el alimento. Pregunta Trench: ¿Sería muy forzado suponer que nuestro Señor eligió esta simiente para ilustrar además del crecimiento de su reino, el abrigo, el reposo y la bienaventuranza que el reino está destinado a proveer a las naciones del mundo?

La Levadura (v. 33).

33. Otra parábola les dijo: El reino de los cielos es semejante a la levadura que tomó una mujer, y escondió en tres medidas de harina, hasta que todo quedó leudo—Esta parábola, aunque enseña la misma verdad general que la anterior, tal vez presenta más bien el crecimiento hacia adentro del reino, mientras que el “Grano de Mostaza” parece señalar el crecimiento hacia fuera. Parecería una sutileza decir que “la mujer” aquí representa a la iglesia, como el instrumento usado para depositar la levadura, por cuanto el amasar es trabajo hecho por la mujer. Tampoco nos proporciona mucha satisfacción entender que las “tres medidas” hacen referencia a la triple división de nuestra naturaleza en “espíritu, alma y cuerpo”, a la cual se hace alusión en 1 Tesalonicenses 5:23, o a la triple partición del mundo entre los tres hijos de Noé (Génesis 10:32), como piensan algunos. Sentimos más satisfacción cuando pensamos que esta parábola muestra solamente la cualidad del evangelio para penetrarlo todo y asimilarlo todo, por virtud de la cual amoldará aun todas las instituciones y tribus de los hombres, y manifestará sobre toda la tierra el “reino de nuestro Señor y de su Cristo”.

34. Todo esto habló Jesús por parábolas a las gentes, y sin parábolas no les hablaba—es decir, en esta ocasión, cuando se abstenía no sólo de todo discurso claro, sino aun de toda interpretación de estas parábolas ante las multitudes mixtas.

35. Para que se cumpliese lo que fué dicho por el profeta, que dijo—(Salmo 78:2, que se asemeja mucho a la versión de los Setenta)—Abriré en parábolas mi boca, etc.—Aunque el Salmo parece contener sólo un resumen de la historia israelita, el salmista mismo lo llama “parábola” y “cosas reservadas de antiguo”, como si contuviera, por debajo de la historia, verdades para todos los tiempos que no fueron plenamente reveladas hasta los días del evangelio.

Las Parábolas Quinta y Sexta, o el Tercer Par de Parábolas: EL TESORO ESCONDIDO y LA PERLA DE GRAN PRECIO (v. 44-46). El tema de este último par, como el de los dos pares anteriores, es el mismo, mas también difieren un poco de aspecto. El tema es:

EL VALOR INESTIMABLE DE LAS BENDICIONES DEL REINO. Mientras que una de las parábolas representa el reino como hallado sin ser buscado, la otra presenta el reino como buscado y hallado.

El Tesoro Escondido (v. 44).

44. Además, el reino de los cielos es semejante al tesoro escondido en el campo—cosa no extraordinaria en países inestables y semicivilizados en nuestros tiempos, así como en tiempos antiguos cuando no había ninguna otra manera para asegurar los tesoros a fin de protegerlos de la rapacidad de vecinos y merodeadores. (Jeremias 41:8; Job 3:21; Proverbios 2:4). el cual hallado—inesperadamente—el hombre lo encubre, y de gozo de ello—al comprender que el tesoro que había encontrado valía más que todas sus posesiones—va, y vende todo lo que tiene, y compra aquel campo—En dicho caso, según la ley judía, el tesoro vendría a ser suyo.

La Perla de Gran Precio (v. 45, 46).

45. También el reino de los cielos es semejante al hombre tratante, que busca buenas perlas; 46. Que hallando una preciosa perla, fué y vendió todo lo que tenía, y la compró—Esta perla de gran precio, en vez de ser hallada por casualidad, como en el caso anterior, es hallada por uno cuyo negocio es el de buscar semejantes tesoros. Pero en ambos casos los interesados lo sacrificaron todo para obtenerlos.

51. Díceles Jesús—es decir, a sus doce apóstoles. El había pronunciado las cuatro primeras parábolas a oídos de la multitud mixta; las tres últimas las reservó, hasta que, despedida la concurrencia mixta, él y los Doce se hallaban solos (v. 36, sig.). ¿Habéis entendido todas estas cosas? Ellos responden: Sí, Señor. 52. Y él les dijo: Por eso—o como diríamos nosotros: “Bien, entonces”. todo escriba—o maestro cristiano; aquí se usa este término por ser esta clase bien conocida entre los judíos (Véase el comentario sobre el cap. 23:34). docto en el reino de los cielos—que ha estudiado los misterios del evangelio, los cuales tiene que enseñar a otros. es semejante a un padre de familia, que saca—“que reparte”—de su tesoro—su acopio de verdades divinas—cosas nuevas y cosas viejas—verdades viejas presentadas en formas, aspectos y aplicaciones siempre nuevos, así como con ilustraciones de sucesos actuales.

53-58. COMO ERA JESUS ESTIMADO POR SUS PARIENTES. (Pasajes paralelos, Marco 6:1; Lucas 4:16).

53. Y aconteció que acabando Jesús estas parábolas, pasó de allí. 54. Y venido a su tierra—es decir, a Nazareth, como entendemos por Marco 6:1. Véase el comentario sobre Juan 4:43, donde aparece la misma frase. Esta, según la mayoría de los armonistas, fué la segunda de dos visitas que nuestro Señor hizo a Nazareth durante su ministerio público; pero según nuestra opinión fué la primera y única visita que hizo a esa ciudad. (Véase el comentario sobre el cap. 4:13; y por las razones de su visita, véase el comentario sobre Lucas 4:16). ¿De dónde tiene éste esta sabiduría, y estas maravillas?—“Estos milagros”. Seguramente estas preguntas no fueron dichas en el mismo espíritu en que habían sido pronunciadas antes por otro grupo de personas quienes de su asombro, habían pasado a la ira, y en su ira le habían arrojado de la sinagoga, y lo habían llevado hasta la cumbre del monte sobre el cual su ciudad estaba edificada, para echarlo abajo, y quienes habían sido frustrados aun en su propósito, porque él pudo pasar por en medio de ellos y alejarse. Tocante a esto véase el comentario sobre Lucas 4:16, etc.

55. ¿No es éste el hijo del carpintero?—En Marcos (Lucas 6:3) la pregunta es: “¿No es éste el carpintero?” Con toda probabilidad, nuestro Señor al habitar bajo el techo de sus padres terrenales, trabajaba junto con su padre legal. ¿no se llama su madre María?—“¿No sabemos nosotros todo acerca de su ascendencia? ¿No ha crecido él aquí entre nosotros? ¿No son todos sus parientes nuestros vecinos? ¿De dónde, pues, ha obtenido tal sabiduría y practicado semejantes milagros? Estos detalles de la historia humana de nuestro Señor, constituyen el testimonio más estimable: en primer lugar, con relación a su humanidad real y verdadera, porque prueban que durante sus primeros 30 años sus conciudadanos no descubrieron nada en él que fuera diferente de otros hombres; en segundo lugar, con relación al carácter divino de su misión, porque estos nazarenos proclamaban tanto el carácter sin paralelo de sus enseñanzas y la realidad y gloria de sus milagros; y en tercer lugar, con respecto a su maravillosa humildad y negación de sí mismo, quien aunque siempre había sido como ellos ahora lo veían, sin embargo, él no había hecho ninguna indicación de ello durante treinta años, porque “su hora no había llegado todavía”. y sus hermanos Jacobo y José, y Simón, y Judas? 56. ¿Y no están todas sus hermanas con nosotros? ¿De dónde, pues, tiene éste todas estas cosas?—Aquí surge una cuestión sumamente difícil: ¿Quiénes eran estos “hermanos” y “hermanos” de Jesús? ¿Eran, en primer lugar, hermanas y hermanas carnales? o, en segundo lugar, ¿Eran medios hermanos y medias hermanas, hijos de José por un matrimonio anterior? o, en tercer lugar, ¿Eran sus primos, ya que los judíos acostumbraban llamar hermanos a personas de descendencia colateral? Sobre este asunto se ha escrito muchísimo, y de ninguna manera están acordes las opiniones. Para sostener la segunda opinión no hay más fundamento que una tradición vaga, la que tal vez nace del deseo de que haya semejante explicación. La primera opinión sin duda se adapta mejor al texto en todos los lugares donde son mencionados los parientes de Jesús. (Compárese el comentario sobre el cap. 12:46 y sus pasajes paralelos, Marco 3:31 y Lucas 8:19; nuestro pasaje aquí, y sus paralelos, Marco 6:3; Juan 2:12; Juan 7:3, Juan 7:5, Juan 7:10; Hechos 1:14). Pero, además de otras objeciones con respecto a esta opinión, muchos de los mejores comentadores, pensando improbable que nuestro Señor, al estar colgado en la cruz, hubiera encomendado a su madre a Juan si hubieran tenido hermanos suyos que vivieran aún, prefieren la tercera opinión; aunque por otra parte, no hay duda de que nuestro Señor hubiera tenido buenas razones en confiar al discípulo amado el cuidado de su angustiada madre, quien había ya enviudado, prefiriéndolo a él aun más que a sus propios hermanos. Aunque con algo de incertidumbre, preferimos dejar esta debatida cuestión así como está rodeada de dificultades. En cuanto a los nombres aquí mencionados, el primero de ellos, Jacobo (o Santiago, mal transferido al castellano. Nota del Trad.) más tarde se menciona como “el hermano del Señor” (véase el comentario sobre Gálatas 1:19); pero no debe confundirse con “Jacobo hijo de Alfeo”, uno de los Doce, aunque muchos creen que su identidad está fuera de disputa. Esta cuestión también es de dificultad considerable, y no sin importancia; puesto que el Jacobo que ocupa lugar tan importante en la Iglesia de Jerusalén, en la última parte de Los Hechos, era aparentemente el apóstol, pero es por muchos considerado como “el hermano del Señor”: mientras que otros creen que lo que se dice de cada uno en cada pasaje, sirve para identificarlos. El segundo de los mencionados, José, no tiene que confundirse con “José llamado Barsabas, que tenía por sobrenombre Justo” (Hechos 1:23); y el tercero, aquí llamado Simón, no tiene que ser confundido con Simón el Cananita, o Zelotes (véase el comentario sobre el cap. 10:4). El cuarto y último nombrado, Judas, difícilmente podría identificarse con el apóstol de aquel nombre, aunque los hermanos de los dos tenían el nombre de Jacobo, ni con el autor de la Epístola de Judas, a no ser que éste y el hermano de Jesús sean la misma persona.

58. Y no hizo allí muchas maravillas, a causa de la incredulidad de ellos—“solamente sanó unos pocos enfermos, poniendo sobre ellos sus manos” (Marco 6:5). Véase Lucas 4:16.

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