En esto se conoce al Espíritu de Dios. Él les da a los nuevos conversos una primera marca general, por la cual podrían tener buenas razones para pensar que los maestros con los que se encontraron en esos días tenían un buen espíritu, eran de Dios, si confesaron y reconocieron que Jesucristo había venido del cielo y a se han hecho carne o se han hecho hombre; es decir, ser verdaderamente Dios y verdaderamente hombre. Pero si (ver. 3) se encontraran con maestros de tal espíritu que disuelve a Jesús, [1] negándole que sea el Mesías o que sea verdaderamente Dios, o que sea un verdadero hombre, podrían concluir con certeza que tal los hombres no tenían un espíritu verdadero, pero eran herejes, anticristos y precursores del gran anticristo.

Tal, incluso en la época de San Juan, era Simón el mago, quien, según San Epifanio, (hær. Xxi. P. 55. Ed Petav.) Pretendía entre sus compatriotas, los samaritanos, que él mismo era Dios el Padre. , y entre los judíos que él era Dios el Hijo, y que Jesús sufrió la muerte solo en apariencia. Su discípulo también, Meander, dijo que fue enviado del cielo para la salvación de los hombres. Véase San Epifanio, hær xxii.

pag. 61. 3. Cerinto, como también Carpocras, sostenía que Jesús era un simple hombre, nacido de José y María, y también diferente de Cristo. Ver San Epifanio, hær. xxxvii. y xxix. pag. 102. y 110. 4. Ebion sostuvo prácticamente lo mismo. Véase el mismo San Epifanio, hær. xxx. pag. 142. Estos herejes y buzos de sus seguidores dividieron a Jesús y destruyeron la fe y el misterio de la Encarnación. (Witham) --- Todo espíritu que confiesa, etc.

No es que la sola confesión de este punto de fe sea suficiente en todo momento y en todos los casos; pero que con relación a ese tiempo, y para esa parte de la doctrina cristiana, que entonces fue particularmente para ser confesada, enseñada y mantenida contra los herejes de aquellos días, esta era la muestra más apropiada por la cual los verdaderos maestros podían ser distinguidos. de lo falso. (Challoner)

[BIBLIOGRAFÍA]

Qui solvit Jesum. Griego: Kataluei se lee en algunos manuscritos y debe haber sido la lectura que siguió el intérprete de latín. Leemos lo mismo en San Ireneo, lib. 3. cap. xviii. pag. 197. Ed. Feuardentii; en Tertuliano, lib. 5. cont. Marcion. Cap. xvi. pag. 481. Ed. Rigaltii; en San Agustín en su comentario sobre estas palabras, trac. 6, pág. 871.

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