Ustedes son testigos. Debemos necesariamente concluir que el apóstol habla esto no por vanagloria o vanidad personal; sino en el justo derecho de defender su propio carácter contra las calumnias de los enemigos, y no sea que la fe de alguno se tambalee por las calumnias. En tales casos, la alabanza a uno mismo no sólo es lícita, sino que con frecuencia es un deber imperativo, si se limita a los límites de la verdad. (Haydock)

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