Cuán bellamente enseña San Pablo que la modestia y la castidad son los mayores adornos del sexo femenino, no solo a los ojos de Dios y de los ángeles, sino también de los hombres, quienes, aunque por su propia negligencia, no siempre tienen la gracia y el coraje suficientes. ser virtuosos ellos mismos, no pueden evitar admirar la virtud dondequiera que la vean en los demás. Incluso el pagano reconoce plenamente los atractivos nativos de la virtud. Virtus per se placet: La virtud agrada con encantos no prestados.

Continúa después de la publicidad
Continúa después de la publicidad