El apóstol se había visto obligado, en diferentes partes de su primera epístola, a decir algunas cosas en su propio beneficio, a fin de mantener la dignidad de su ministerio contra los falsos maestros, que se habían esforzado por disminuir su autoridad. De nuevo se ve obligado a mostrar la excelencia de su ministerio y la superioridad del evangelio sobre la ley de Moisés. (Theodoret) --- No necesitamos, dice, cartas de encomio, como esos falsos maestros: sólo tenemos que decir que fundamos la Iglesia de Corinto, y seremos suficientemente conocidos.

Tu religión, tu piedad y tus virtudes son reconocidas en todo el mundo. (ver. 2.) Esta es nuestra carta: no tenemos necesidad de hablar: los efectos hablan por sí mismos. Pero aún así, esto no es obra nuestra; porque no somos suficientes para pensar nada de nosotros mismos. (ver. 5.) Esta carta no es de nuestra escritura; solo podíamos hacer lo mismo que Moisés en la antigua ley, preparar las tablas, (ministradas por nosotros) fue Dios mismo quien escribió los diez mandamientos, y es Dios mismo quien ha escrito esta nuestra carta, al implantar su fe en tu corazones. (Calmet)

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