Después de la apertura del quinto sello, las almas de los mártires debajo del altar clamaron en voz alta pidiendo justicia, diciendo, cuánto tiempo, etc. Por celo por el honor de Dios y el bien de la Iglesia, oran para que los enemigos de Cristo y de la fe cristiana sean humillados y que todos reconozcan y teman la justicia de Dios mediante el castigo de sus enemigos. y la recompensa de sus fieles servidores.

San Jerónimo, por debajo del altar, comprende al mismo Cristo, bajo el cual, como bajo su cabeza, están todos los mártires. Algunos que dudaron o sostuvieron que los bienaventurados no fueron admitidos para ver a Dios, en el cielo antes del día del juicio general, han cambiado esta expresión, debajo del altar, o al menos las expresiones de algunos de los padres sobre estas palabras, como si Fueron favorables a su error, que está suficientemente refutado, incluso por las palabras que siguen, que a cada uno de ellos se les dio una túnica blanca, en la que se dice que camina con él dondequiera que vaya.

(Cap. Iii. 4. y cap. Xiv. 4.) (Witham) --- Debajo del altar. Cristo, como hombre, es este altar, bajo el cual las almas de los mártires viven en el cielo: como sus cuerpos están aquí depositados bajo nuestros altares. --- Venga nuestra sangre. No piden esto por odio a sus enemigos, sino por celo por la gloria de Dios y por el deseo de que el Señor acelere el juicio general y la completa bienaventuranza de todos sus elegidos.

(Challoner) --- Estas santas almas, que habían sido asesinadas por la palabra de Dios, no suplican al Todopoderoso que venga su sangre, por el odio a sus enemigos, sino por el gran celo con que estaban animadas, para ver la justicia de Dios manifestada: para que por esta severidad sean movidos a temerle y convertirse a él. Así, en la Escritura a menudo leemos acerca de los profetas que suplicaban al Todopoderoso que llenara de confusión a sus enemigos, que los humillara, etc.

(Perer; Bossuet; Du Pin, etc.) --- Y túnicas blancas. Para consolarlos, cada uno les había dado una túnica blanca, como señal de su inocencia, y como garantía de que por ello recibirían a su debido tiempo la plena medida de la bienaventuranza. Deberían descansar un poco más, probablemente hasta el día de la retribución final, cuando se complete el número de aquellos destinados a ser sus hermanos en la bienaventuranza.

Entonces todos juntos recibirán plena recompensa, y sus perseguidores quedarán cubiertos de confusión. (San Agustín, serm. Xi. De sanctis; Gregorio el grande, lib. Ii. Moral. Cap. Iv.

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