Esto se interpreta comúnmente del sacrificio de la Eucaristía, por el cual se continúa (aunque de manera diferente) el sacrificio de Cristo en la cruz, del que habla con las siguientes palabras, diciéndoles que los cuerpos de esas bestias, con la sangre de que el santuario fue rociado en la fiesta de la expiación, (ver Levítico xvi. 29. y xxiii. 27. y Números xxix. 8.) fueron quemados fuera del campamento, no comidos como las otras víctimas.

Por tanto, Jesús, cuando cumplió esta figura y se ofreció a sí mismo en la cruz, en sacrificio de expiación por los pecados de toda la humanidad, y para obtener para ellos la verdadera santificación, tuvo el agrado de sufrir fuera de la puerta de Jerusalén. (Witham)

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