La palabra Miriam, o María, es expuesta por San Jerónimo de diferentes etimologías, para significar en hebreo, estrella del mar, y en caldeo, dama. Ambas interpretaciones coinciden admirablemente con ella, quien es la gloriosa Reina del cielo, nuestra patrona y estrella, para dirigirnos en el tormentoso océano de este mundo. --- "Oh vosotros", grita San Bernardo, "que os encontráis sacudidos de un lado a otro en esta vida tempestuosa, no apartéis la vista del brillo de esta estrella, si no queréis ser abrumados por estas tormentas.

Si surgen los vientos de las tentaciones; si caes entre las rocas de la tribulación; mira hacia la estrella, llama a María. Si está agitado y se ve impulsado por los arrebatos del orgullo, la ambición, la detracción, los celos o la envidia; mira hacia la estrella, llama a María. Si enojo, codicia o lujuria, golpea con furia en la vasija de tu alma; mira hacia la estrella, llama a María. Si está comenzando a hundirse y se está hundiendo en el abismo de la melancolía y la desesperación; piensa en María.

En los peligros, en las angustias, en las perplejidades, piensa en María, llama a María. Que nunca falte su nombre en tu boca; de tu boca que descienda constantemente a tu corazón; y que puedas obtener el sufragio de sus oraciones; tanto en la vida como en la muerte, nunca te apartes del ejemplo de su piadosa conversación "(San Bernardo, hom. ii. super Missus est.)

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