Nuestro Salvador muestra aquí a los sacerdotes judíos cuán absurdo era su comportamiento, quienes, aunque escrupulosamente exactos al realizar todos los actos externos de la religión, descuidaron por completo la piedad, la misericordia y otros deberes más esenciales. Los judíos despreciaban a los samaritanos como hombres malvados e irreligiosos; pero nuestro Salvador les dice aquí que fueron menos exactos en las obras de caridad para con sus vecinos que los mismos samaritanos. (Tirino)

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