Lloró. San Epifanio nos dice que algunos de los ortodoxos de su tiempo, ofendidos por estas palabras, las omitieron en sus copias, como para derramar lágrimas, eran una debilidad indigna de Cristo: pero esta verdadera lectura del evangelista se encuentra en todos copias y recibidas por todos los fieles; y la libertad que se tomaron quienes las cambiaron era demasiado peligrosa para que la Iglesia la aprobara. Tampoco estas lágrimas discuten en Jesucristo nada indigno de su suprema majestad o sabiduría.

Nuestro Salvador poseía todas las pasiones humanas, pero no sus defectos. Los estoicos, que condenaron las pasiones de sus sabios, trabajaron para hacer estatuas o autómatas del hombre, no filósofos. El verdadero filósofo modera y gobierna sus pasiones; el estoico trabaja para destruirlos, pero no puede llevar a cabo su propósito. Y cuando se esfuerza por superar una pasión, se ve obligado a recurrir a otra en busca de ayuda.

(Calmet) --- Se dice que nuestro Salvador lloró seis veces, durante su vida en la tierra: 1º, En su nacimiento, según los santos doctores; En segundo lugar, en su circuncisión, según San Bernardo y otros; En tercer lugar, cuando resucitó a Lázaro, como se relata en San Juan, cap. xi .; En cuarto lugar, en su entrada a Jerusalén, descrita en este lugar; En quinto lugar, durante su agonía en el jardín, justo antes de su aprehensión, cuando, como St.

Luke comenta, (Cap. Xxii.) Su sudor era como gotas de sangre que caían por el suelo; y sexto, durante su pasión, cuando a menudo lloraba, a causa de su gran angustia mental, ocasionada principalmente por el conocimiento que tenía de la gravedad de los pecados de los hombres, y el mal uso que harían de la redención que era, a través de tan muchos sufrimientos, procurando para ellos. (Dionisio)

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