No llores por mí. Si supieran los males que amenazan y deben caer pronto sobre su ciudad, sobre ustedes mismos y sobre sus hijos, conservarían sus lágrimas para deplorar sus propias desgracias. Mi muerte es por el bien de la humanidad; pero será fatal para su nación porque se ha complacido en hacerlo así. En la ruina de Jerusalén que está cerca, dichosos serán los que no tengan hijos. Se ahorrarán el dolor de ver morir miserablemente a sus hijos e hijas, y en algún tipo de sufrimiento tantas muertes como hijos tengan que morir. (Calmet)

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