Estaban dormidos. Cuando los superiores o pastores de la Iglesia estaban adormecidos o por negligencia, o cuando los apóstoles estaban muertos, como lo expone San Agustín, el diablo esparcía la cizaña o el error y el pecado entre un gran número de cristianos. Estos que caen del estado de gracia, o se vuelven herejes, todavía se mezclan con el resto de los fieles en la misma profesión externa del cristianismo, no muy diferente del buen maíz y el berberecho en el mismo campo.

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