Dos ciegos. San Marcos, (x. 46.) cuando parece relatar el mismo pasaje, menciona sólo uno, llamado Bartimeo; quizás porque era el más famoso de los dos. (Witham) --- Estos fueron presentados muy oportunamente a nuestro Señor, para que pudieran subir a Jerusalén con él, después de haber recibido la vista de sus manos divinas, y aparecer allí como testigos de la divinidad de su misión. (San Juan Crisóstomo, hom.

lxvi, en Mateo) --- Podemos considerar aquí, si la ceguera del cuerpo se considera una gran desgracia, cuánto mayor debe ser la oscuridad del alma. La primera es solo una privación de la luz del día, la otra es una privación de la luz de la gracia y la gloria. La luz de este mundo, aunque es una gran bendición, se disfruta en común con la creación bruta; sólo sirve para distinguir objetos materiales.

La luz que Cristo comunica al alma, nos capacita para conocer a Dios y sus sagradas verdades, tal como fueron reveladas a su santa Iglesia Católica; nos eleva por encima de todas las criaturas inferiores, disipa la oscuridad espiritual causada por el pecado y nuestras pasiones rebeldes, y nos conduce a la verdadera luz de la gloria eterna. ¡¡¡Oh, qué gozo inefable debe llenar y abrumar a los elegidos, cuando en la luz de Dios ven la luz misma, el rostro brillante de su Padre amoroso y amado !!!

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