El apóstol aquí da una prueba notable de la divinidad de nuestro Salvador. No podría ser más rápido. Había dicho en el versículo anterior que todos los hombres debían comparecer ante el tribunal de Cristo; para probar esta afirmación, aduce este testimonio del profeta Isaías: "Vivo yo, dice el Señor, que ante mí se doblará toda rodilla, y toda lengua confesará a Dios". (Isaías cap. Xlv.

) Así todos reconocerán el poder, la divinidad y el dominio soberano de Cristo, doblando la rodilla; y al confesarle, le reconocerá como amo y juez de toda la humanidad. (Calmet)

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