Pero Naamán se enojó, lo que muestra en qué estado de ánimo había venido a Samaria, como el general orgulloso que exigía ayuda, no como un suplicante suplicando ayuda, y se fue y dijo: He aquí, pensé, seguramente saldrá a mí, y ponte de pie e invoca el nombre del Señor, su Dios, y golpea con la mano el lugar, moviéndola de un lado a otro sobre la mancha infectada con un gesto de conjuro, y recupera al leproso. Pensaba que tales ceremonias religiosas, junto con alguna aplicación de magia, eran esenciales, especialmente en su caso.

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