Y sucedió que cuando el rey oyó las palabras de la mujer, se rasgó la ropa, con incontrolable dolor y horror; y pasó por el muro, y la gente miró, y he aquí, él tenía un cilicio dentro, como su ropa interior, sobre su carne, el símbolo de la humildad, que en su caso, sin embargo, era más en la forma de un mecánico ejercicio de penitencia.

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