Cuando el rey oyó las palabras de la mujer, rasgó sus ropas, y pasó por el muro, y el pueblo miró, y he aquí que tenía tela de saco sobre su carne.

Tenía tela de saco... sobre su carne. El horrible relato de esta tragedia doméstica llevó al rey a rasgarse poco después las vestiduras, a raíz de lo cual se descubrió que llevaba una camisa penitencial de tela de pelo. Los dolientes ( 2 Samuel 3:31 ) y los profetas (Mat. 3:24) vestían cilicio, una pieza grande y cuadrada de tela basta, envuelta alrededor de la persona y sujeta a la cintura con un cinturón.

La práctica común era llevar el saco sobre la ropa interior, la túnica más ceñida; y en consecuencia, las palabras que significan ponerse o quitarse el cilicio son las mismas que se usan para ceñir o desatar cualquier prenda de vestir externa. Este material áspero se usaba a veces junto a la piel, y como se afirma aquí del rey de Israel, el hecho parece indicar la profundidad de su angustia mental.

Es más que dudoso, sin embargo, si realmente se humilló por sus propios pecados y los de la nación, de lo contrario no habría jurado venganza sobre la vida del profeta. La verdadera explicación parece ser que, habiéndole aconsejado Eliseo que no se rindiera, con la promesa, a condición de una profunda humillación, de ser liberado, y habiendo asumido él las señales de contrición sin recibir el alivio esperado, miró a Eliseo, que había demostrado falso y sin fe, como la causa de toda la angustia prolongada.

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