Os exhorto, por tanto, el Esposo clama una vez más, oh hijas de Jerusalén, que no despertéis ni despertéis mi amor, hasta que Él quiera, más bien, "hasta que quiera ", 2: 7.

Aunque la obra de la Iglesia se hace con voluntad y fidelidad, sin embargo, se hace con dificultades. Y por eso clama a Aquel que es su Hermano, con quien, en virtud de Su humanidad, está conectada con los lazos más estrechos, que espera encontrarlo pronto y encontrarse con Él fuera de este mundo presente. En el Gran Más Allá, ya no estará sujeta a un comportamiento vergonzoso por parte de sus enemigos; estará en casa, en la ciudad de su descanso eterno.

Junto con Cristo, cuya obra en y con la Iglesia se pondrá fin con la conversión de los últimos elegidos, disfrutará de la bienaventuranza de la eternidad. Allí le dará a su Iglesia el pleno entendimiento de todas las cosas, 1 Corintios 13, 12. Allí le será entregado su corazón en la perfección de la bienaventuranza inefable. Tan segura está la Iglesia de este cumplimiento de sus esperanzas que habla de ellas como presentes; incluso ahora posee todo lo contenido en las promesas de su Esposo. Y él, a su vez, insiste en conceder a Su Iglesia todo momento y hora posible de descanso y respiro, para que disfrute aún más de Su amor en los pasillos del cielo.

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