Al mismo tiempo, es decir, cuando Nabucodonosor dio así todo el honor y la gloria solo a Dios, mi razón volvió a mí; y para la gloria de mi reino, mi honor y mi brillo volvieron a mí, de modo que su anterior dignidad y poder le fueron restaurados; y mis consejeros y mis señores, que lo habían repudiado y abandonado cuando la locura se apoderó de él, me buscaron, de modo que se le pidió oficialmente que volviera a ocupar su puesto al frente de la nación; y fui establecido en mi reino, y se me añadió una excelente majestad, de modo que la autoridad de su posición era aún mayor que antes de que la extraña locura se apoderara de él.

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