Tus vestidos no se envejecieron sobre ti, obligándolos a usar ropas rotas e insuficientes, ni tu pie se hinchó, se llenó de ampollas por haber sido obligados a marchar descalzos por falta de sandalias, estos cuarenta años. Esta fue una marca especial de la providencia de Dios y el cuidado amoroso por su pueblo, un milagro de su bondad.

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