Tu vestido no envejeció sobre ti, ni tu pie se hinchó, en estos cuarenta años.

No se envejeció tu vestido... ni se hinchó tu pie. ¡Qué milagro tan sorprendente fue éste! Sin duda, los israelitas podrían haber traído de Egipto más ropa de la que llevaban al principio; también podrían haber obtenido suministros de varios artículos de comida y vestimenta en el trueque con las tribus vecinas por los vellones y las pieles de sus ovejas y cabras; y al proporcionarles tales oportunidades apareció el cuidado de la Providencia. 

Pero los términos fuertes y puntiagudos que Moisés usa aquí (ver también Deuteronomio 29:5 ) indican una interposición especial o milagrosa de su amoroso Guardián para preservarlos en medio del desgarro y el desgaste de su vida nómada en el desierto. Este mismo punto de vista, creemos, debe tomarse del hecho de que sus pies no se hincharon, o más bien no se ampollaron, por sus constantes y largos viajes, como suele ser el caso de las personas que caminan una distancia inusual.

Pero el Dr. Benisch ("Las objeciones de Colenso examinadas críticamente", p. 50) atribuye su exención de tales molestias corporales a la circunstancia de que sus viajes eran siempre muy cortos, no superando quizás las cinco millas diarias, debido a las inclemencias de los niños y el ganado. El tenor del contexto, sin embargo, apunta manifiestamente a la ayuda milagrosa. En tercer lugar, Moisés se explayó sobre las bondades de la tierra prometida.

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