Quita, pues, de tu corazón la tristeza, la falsa tristeza, la mojigatería lúgubre, y aparta de tu carne el mal, es decir, en forma de un ascetismo melancólico que no está de acuerdo con la alegría que exige la religión cristiana; porque la infancia y la juventud son vanidad, tanto la primera infancia como el amanecer de los días, es decir, la adolescencia, son en sí mismos vanos y vacíos sin la presencia alegre de la Palabra de Dios.

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