REFLEXIONES

¡Mi alma! haga una pausa en la lectura de este capítulo tan interesante. Y mientras estudias obedecer el precepto del sabio y echar tu pan sobre las aguas, que tu ojo, como el profeta en la torre de vigilancia, esté atento a la dirección del Señor, y la bendición del Señor sobre tus labores. Pero, alma mía, ¿cuáles son las porciones que puedes dar a siete u ocho? ¡Pobre de mí! ¿Qué tienes que no hayas recibido? Ciertamente es todo del Señor, y de lo suyo tienes que dárselo. ¡Oh! cuán bienaventurado ser el limosnero del Señor, cuando el Señor condesciende a emplear así a sus criaturas.

¡Y, alma mía! mientras que, como el labrador, por la mañana siembras tu semilla, y por la tarde no retienes tu mano; Mirad que la semilla sembrada es pura e incorrupta, y que el que ministra la semilla al sembrador, ministre pan para tu propio alimento, y multiplique la semilla sembrada y aumente los frutos de justicia. ¡Bendito Jesús! Tú eres el Sembrador Todopoderoso, que has producido y sembrado la buena semilla en cada época de tu Iglesia.

¡Oh! habita tú mismo en el corazón de tu pueblo. Que no brote cizaña que ahogue la buena semilla. Pero tú lo riegas con el rocío del cielo desde arriba, y deja que el sol brille sobre él con toda su hermosura y fecundidad, para que produzca una cosecha gloriosa, unas cien veces, otras sesenta, otras treinta.

¡Mis padres ancianos! No olvides lo que aquí dice el sabio: Si alguno vive muchos años y se regocija en todos ellos, recuerde los días de tinieblas, porque serán muchos. ¡Oh! por la gracia, al caminar sobre los confines de la orilla eterna, haber terminado con este mundo y todas sus preocupaciones moribundas. ¡Oh! por gracia para ver, como el Patriarca, los días malos de nuestro peregrinaje, y como él para estar esperando la destitución, de todos los objetos de alrededor, para que el santo canario pueda recoger sus pies en la cama, y ​​de una larga relación con un Pacto con Dios en Cristo, como lo hizo, el triunfo moribundo puede ser, ¡he esperado tu salvación, oh Señor! ¡Y ustedes, jóvenes, nada menos! mira que tu regocijo está en Jesús.

¡Oh! por la gracia de dar la fuerza de sus días a Cristo, para que en la debilidad de los años, Jesús sea el sostén; y cuando falten tanto el corazón como las fuerzas, Jesús puede ser la fortaleza de tu corazón y tu porción para siempre. Amén.

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