Mejor es el final de una cosa, cuando una persona sabe exactamente cómo lo logrará o lo ha logrado, que el comienzo de la misma, cuando aún no se sabe cómo terminará una aventura; y el paciente de espíritu, paciente tanto en soportar el mal como en esperar el resultado de algún incidente, es mejor que el orgulloso de espíritu, en cuyo caso la altivez se combina con un temperamento violento.

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