No hay hombre que tenga poder sobre el espíritu para retener el espíritu, ningún ser humano puede retener y controlar el aliento de vida; ni tiene poder en el día de la muerte, debe entregar su vida cuando se le requiera; y no hay descarga en esa guerra, como en el caso del servicio militar, nadie está exento de la obediencia al llamado que envía la muerte; ni la maldad librará a los que le son dados, los impíos no pueden esperar escapar del castigo de la muerte temporal y eterna.

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