Y todos los siervos del rey que estaban a la puerta del rey, los oficiales inferiores de la corte, se inclinaron y reverenciaron a Amán, dándole honor real y, por lo tanto, divino, según la costumbre persa; porque así lo había mandado el rey acerca de él. Asuero reclamó honor y reverencia divinos para sí mismo, y ahora ordenó que su primer ministro fuera considerado de la misma manera. Pero Mardoqueo no se inclinó ni mostró reverencia, ya que él, como judío, se negó a dar honores divinos a nadie más que al Señor mismo.

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