En esa noche no pudo el rey dormir, literalmente, "huyó del sueño del rey", y mandó traer el libro de registros de las crónicas, los anales del reino, en el cual todos los eventos dignos de interés eran registrados por escribas o cronistas designados a tal efecto; y fueron leídos ante el rey, la lectura evidentemente continuó durante toda la noche.

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