Pero Dios condujo al pueblo por el camino del desierto del Mar Rojo, por la ruta del sureste, a través del desierto; y los hijos de Israel subieron de la tierra de Egipto con arneses, no fueron en tropas irregulares, como fugitivos, sino en orden de marcha, una provisión que mantuvo a sus fuerzas unidas y facilitó la supervisión.

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