Éxodo 13:18

Estas palabras nos exponen toda una filosofía de vida. El camino del desierto se ha convertido en una palabra familiar en la cristiandad, y esta decisión de Jehová es la proclamación de la ley de la vida terrenal del hombre. Dios no nos lleva a ninguno de nosotros por el camino rápido y fácil del conocimiento, la fortuna o la felicidad. El camino corto podría llevarnos al descanso y la gloria antes, pero el resto se relajaría y la gloria nos cegaría. Viajamos por un camino más largo y difícil; ese músculo puede ser disciplinado por el trabajo, el coraje asegurado por la conquista y el autogobierno, estudiado en muchas temporadas de vergüenza y dolor. Entonces la corona nos calzará, el descanso será sereno y noble actividad, y la gloria vestiremos como reyes.

Entre las razones especiales por las que los israelitas se guiaron por el camino del desierto, cabe señalar las siguientes:

I. Habían sido saciados con la magnificencia de las obras del hombre; Dios los condujo al desierto para mostrarles sus obras en su grandeza nativa y para refrescar sus corazones y espíritus agotados con la visión del esplendor de su mundo.

II. Dios los condujo por el camino del desierto para revelar no solo la naturaleza, sino a sí mismo. Los condujo al desierto, mientras nos conduce a nosotros, para poder encontrarse con ellos, hablar con ellos, revelarse a ellos y enseñarles a conocerse a sí mismos al conocerlo a Él.

III. Dios los condujo al desierto para poder cultivar allí sus cualidades masculinas y prepararlos para mantener las posesiones que pudieran ganar.

J. Baldwin Brown, El éxodo y la peregrinación del alma, pág. 58.

Referencias: Éxodo 13:19 . Parker, vol. ii., pág. 316. Éxodo 13:21 . J. Jackson Wray, Light from the Old Lamp, pág. 309. Éxodo 13:21 ; Éxodo 13:22 .

J. Hamilton, Works, vol. v., pág. 154. Éxodo 13:22 . J. Van Oosterzee, El año de la salvación, vol. ii., pág. 391. 13 Parker, vol. ii., pág. 82. 14 Expositor, 2ª serie, vol. v., págs. 281, 442, vol. vi., págs. 232, 448. Éxodo 14:10 . Parker, vol. ii., pág. 92.

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