Y sus pies, evidentemente sólo dos en número, eran pies rectos, literalmente, "un pie de rectitud", no sólo firmes, sino sin una flexión en la rodilla, totalmente erguidos y simétricos; y la planta de sus pies era como la planta del pie de un ternero, de pie verticalmente, no horizontalmente; y brillaban como el color del bronce bruñido, indicando así la pureza de la esencia de Dios y la gloria de su justicia vengativa.

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