Y Dios los bendijo, diciendo: Sean fructíferos y multiplíquense, y llenen las aguas de los mares, y las aves se multipliquen en la tierra. Como seres animados, tanto los animales marinos como los que habitan el aire recibieron una bendición especial del Señor, no en un mero saludo amistoso y paternal, sino en la transmisión del poder de reproducirse en especie. Los peces se multiplicarían a tal velocidad que llenarían todos los océanos, y las aves se multiplicarían en la tierra.

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