Y ellos dijeron: Vamos, edifiquémonos una ciudad y una torre cuya cúspide llegue al cielo; y hagamos un nombre, no sea que seamos esparcidos sobre la faz de toda la tierra. Sus planes se hicieron con cuidado. En lugar del ladrillo secado al sol habitual, propusieron usar ladrillo quemado, que sería capaz de resistir mucho mejor los estragos del clima. Y en lugar de simplemente colocar los ladrillos sueltos, planearon colocarlos firmemente mediante el uso de asfalto, que se encuentra en grandes cantidades cerca de las ruinas de Babilonia.

En sus palabras se muestra exactamente el motivo que los impulsó a emprender la construcción de una ciudad y una torre así, cuya cima debería llegar al cielo: Y hagamos un nombre para nosotros, no sea que seamos esparcidos por la faz de toda la tierra. Un orgullo arrogante y blasfemo se combinó aquí con un miedo abrumador de la justicia vengativa del Señor. Estaban llenos de enemistad hacia Dios; su propósito era desafiar su omnipotente poder y hacer de esta ciudad con su torre el centro del mundo, al que podrían regresar incluso si sucediera que el Señor los esparciría por los cuatro vientos.

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