Y Faraón mandó a sus hombres acerca de él; y lo despidieron a él ya su mujer, y todo lo que tenía. Las órdenes del faraón se llevaron a cabo en el sentido en que fueron dadas. Sus hombres se encargaron de que Abram y Sarai y todas sus posesiones fueran llevados de manera segura, pero segura, a las fronteras del país. Probablemente fue solo una especie de temor reverencial del Dios de Abram lo que impidió que Faraón se vengara de Abram de una manera muy sumaria.

Pero vemos aquí que el Señor hace que incluso los errores y las debilidades de sus creyentes les beneficien, guardándolos y protegiéndolos de los diversos peligros en los que su propia necedad tiende a hundirlos. La lección nos enseña que nosotros, como extranjeros y peregrinos del Señor aquí en la tierra, debemos hacer uso de toda circunspección y tener constantemente ante nuestros ojos la meta que Él quiere que alcancemos.

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