Y mandó Faraón a sus hombres acerca de él, y lo despidieron a él, a su mujer y todo lo que tenía.

Ver. 20. Y Faraón ordenó. ] Por lo tanto Dios viene, por así decirlo, de un motor, una y ayuda a su pueblo en caso de necesidad. Abram se había metido en las zarzas y no encontraba salida. Sin duda, tenía muchos corazones apesadumbrados por su querida esposa (que sufría por su falta), y ella nuevamente por él. Dios, tras su arrepentimiento, provee misericordiosamente para ambos: ella es mantenida sin mancha, él grandemente enriquecida por ella; y ahora ambos están asegurados y despedidos con la conducta segura del rey. ¡Oh, quién no serviría a un Dios así, que convierte nuestros errores y malos consejos en nuestro gran bien, como los atenienses soñaban que su diosa Minerva hacía por ellos!

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