pero si estáis sin castigo, del cual todos participan, entonces sois bastardos y no hijos.

El escritor inspirado agrega aquí otro pensamiento a su llamado, a saber, que sus lectores de ninguna manera han probado la peor forma de persecución todavía: Aún no has resistido hasta sangre, luchando contra el pecado. Los cristianos hebreos de Judea en verdad estaban sufriendo hasta cierto punto, tanto por su aislamiento de los demás como por el desprecio que se les amontonaba. El hecho de que lucharan contra el pecado en todas sus formas, especialmente contra el de la incredulidad en Cristo Jesús el Mesías, les trajo muchos enemigos.

Pero la persecución aún no había llegado al punto en que muchos de ellos habían sufrido la muerte por la causa de Cristo, la iglesia en Judea aún no se había convertido en una iglesia mártir como tal. Podrían esperar condiciones aún peores para ellos.

Aquí se presenta otro pensamiento para la consideración de los lectores: Y te has olvidado por completo de la exhortación que te habla como a hijos, hijo mío, no tomes a la ligera la disciplina del Señor, ni desmayes al ser corregido por Él; porque el Señor disciplina a quien ama, y ​​azota a todo el que recibe por hijo. A los cristianos se les recuerda aquí que sus sufrimientos son muestras del amor y cuidado paternal de Dios.

Nunca deben olvidar la exhortación y el consuelo que se encuentran en las palabras del Señor, Proverbios 3:11 . Estas palabras están dirigidas a los hijos, a los niños, y eso en sí mismo es una distinción, ser llamados hijos de Dios. Los creyentes no deben tomar a la ligera, no deben despreciar, la disciplina del Señor, todo su método de educar y educar a sus hijos, particularmente a través del castigo necesario.

No debe haber desmayos, abatimiento, falta de fe cuando Él reprende con palabras o hechos. Porque es necesario que todos los hijos de Dios estén sujetos a la misma disciplina; es una muestra del amor de Dios, un trato que Él otorga sólo a aquellos que recibe en Su corazón y aprecia con todo el maravilloso amor de Su misericordia paternal.

El autor presenta ahora su conclusión: es por la disciplina que están soportando, como hijos que Dios está tratando con ustedes. Porque, ¿qué hijo hay a quien el padre no disciplina? Pero si no tienen disciplina, de la que todos se han hecho partícipes, entonces son bastardos y no hijos. Este es el punto de vista que los creyentes deben tener: sus sufrimientos son evidencia de que Dios los considera sus hijos y los trata como tales; necesitan ese entrenamiento para poder mantener su filiación.

De hecho, si hubiera un niño en la casa y el padre no tomara su castigo, disciplina, en sus manos, una persona podría sacar la inferencia de que ese niño no es un hijo genuino, sino un bastardo, uno que no es concedido el mismo trato que los verdaderos hijos. De la misma manera, los creyentes, lejos de resentirse por la disciplina que Dios les impone, deberían estar agradecidos por esta evidencia de la consideración e interés de su Padre celestial.

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