Y cuando extendáis vuestras manos, en un gesto que es una caricatura de la verdadera oración, esconderé de vosotros Mis ojos, Sus ojos, por así decirlo, encontrándose incapaces de contemplar semejante hipocresía; sí, cuando hacéis muchas oraciones, con la tonta creencia de que el mero servicio de labios es suficiente ante Él, no escucharé; tus manos están llenas de sangre, porque los habitantes de Jerusalén y Judá eran culpables de violencia e injusticia ante Dios, por lo que se habían convertido en asesinos a sus ojos.

Aquellos que no sirven al Señor en espíritu y en verdad también pierden todo amor verdadero y misericordia contra su prójimo, y por lo tanto, el suspiro de los afligidos se convierte en un obstáculo entre ellos y el Señor y obstaculiza el efecto de sus oraciones.

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