Y no hay quien invoque tu nombre, ya que la incredulidad y la desesperación se apoderaron de todos los corazones, que se incita a apoderarse de Ti, abrumada la gran mayoría del pueblo por un sentimiento de muda resignación que excluye la fe; porque escondiste de nosotros tu rostro, retiraste su gracia, y nos consumiste a causa de nuestras iniquidades, entregándolos en la mano, en el poder, de sus iniquidades, para que su culpa preparara el camino a su perdición. Ahora, sin embargo, el suplicante cambia una vez más Su oración a un llamado urgente:

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