Porque así dice el Señor, al pedirle a Jeremías que se abstenga de toda demostración de simpatía por la suerte del pueblo apóstata: No entres en la casa del duelo, donde alguien ha muerto y donde la gente expresa en voz alta su dolor, ni vayas a lamentarlos ni lamentarlos; porque he quitado de este pueblo mi paz, dice el Señor, aquello de lo que depende toda bendición y toda felicidad, incluso la bondad y misericordia, la fuente de todo don bueno y perfecto.

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