Oh Jerusalén, lava tu corazón de la maldad, porque un simple cambio externo de comportamiento no es suficiente, el corazón, la mente y el alma deben experimentar una transformación completa para que seas salvo, porque solo el que verdaderamente se arrepienta puede participar de la liberación del Señor. ¿Hasta cuándo habitarán en ti tus vanos pensamientos? Ya era hora de que todos los pensamientos pecaminosos fueran descartados.

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