El incienso que quemasteis en las ciudades de Judá y en las calles de Jerusalén, vosotros y vuestros padres, vuestros reyes y príncipes, y el pueblo de la tierra, de la cual ellos, en su maldad, ahora presumían de jactarse, no el Señor se acuerda de ellos, y ¿no le vino a la mente? ¿No testificaba la actual desolación de su tierra natal el hecho de que el Señor estaba muy consciente de su maldad y que les había retribuido su maldad?

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