No obstante, ninguna cosa devota que un hombre consagre al Señor de todo lo que tiene, tanto del hombre como de la bestia, y del campo de su posesión, será vendido o redimido, mientras esté bajo el voto; toda cosa consagrada es santísima para el Señor, un don que no puede ser redimido, entregado al Señor para que lo disponga a Su voluntad, irrevocablemente excluido de todo uso común.

Continúa después de la publicidad
Continúa después de la publicidad