Porque todo el que se ensalza será humillado, y el que se humilla será ensalzado.

Los ojos de Jesús siempre estaban observando la manera en que las personas se comportaban en las diversas condiciones de la vida, porque Él extraía lecciones de todo. En las fiestas ordinarias de los judíos había mucha informalidad, pero en las cenas de bodas la cuestión del rango era muy importante. Jesús había notado en esta ocasión que todos los invitados intentaron ocupar los sofás de honor, las primeras almohadas, a la cabecera de la mesa.

Y entonces les enseña una lección sobre la esfera superior de la moralidad y la religión. En un banquete de bodas, los invitados no deben luchar por los asientos más honrados, porque podría suceder fácilmente que entre los invitados se encuentre alguien a quien se debe mayor respeto debido a su rango o posición. ¡Y qué humillación sería entonces si el anfitrión pidiera abiertamente al invitado adelantado que ceda su lugar al invitado de honor, mientras que el otro, avergonzado y con mala gracia, tendría que trasladarse al último lugar! Por lo tanto, el Señor aconseja el método opuesto, elegir el lugar más bajo, porque entonces bien podría suceder que el humilde huésped fuera invitado en presencia de los invitados reunidos a moverse más lejos a la cabecera de la mesa, recibiendo así el honor ante todos los que estaban reunidos. reclinado con él en las mesas.

No fue una mera cuestión de prudencia y buena forma lo que Jesús planteó aquí, sino que fue una reprimenda de la presunción y el orgullo de los invitados. Por cierto, ilustra una regla que encuentra su aplicación en el reino de Dios: todo el que se ensalza será humillado, y el que se humilla será ensalzado. El que se exalta a sí mismo, se coloca por encima del prójimo, se jacta de su propio mérito y dignidad ante Dios, será humillado, será excluido del reino de Dios.

Pero el que se humilla ante Dios y, en consecuencia, se coloca también por debajo de su prójimo como un siervo dispuesto a atender sus necesidades según lo ofrezca la ocasión, será exaltado, recibirá honra en el reino de Dios. Porque tal humildad expresa la verdadera disposición de un discípulo, es una evidencia de un arrepentimiento que es consciente de su propia indignidad, y de una fe, que se gloría solo en la cruz de Jesús y encuentra consuelo solo en su misericordia.

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