¿Nos es lícito dar tributo al César o no?

Tan amargados estaban los escribas y los principales sacerdotes a causa de la despiadada franqueza de Jesús, que trataron de ponerle manos violentas en esa misma hora. Pero su miedo a la gente hizo que dieran ese paso bajo consejo. Aunque estaban bastante ansiosos por descargar su ira sobre Jesús, ya que entendían que la parábola había sido dicha en contra de ellos, sin embargo, consideraron conveniente no probar medidas extremas.

La gente de la época de Jesús, que no había recibido la instrucción adecuada en la Palabra de Dios, era tan voluble como la mayoría de las personas de hoy que viven sin Dios en el mundo y son impulsadas de aquí para allá por todo viento de doctrina. no importa de qué lado se presente. Pero tenían que hacer algo para dar salida a sus sentimientos, por lo que emplearon vigilantes y los enviaron a observar cada movimiento que el Señor hacía y cada palabra que hablaba.

Las instrucciones de estos espías fueron sencillas. Debían simular una gran piedad y rectitud, sin duda no un asunto difícil para los hipócritas santurrones, todo con el propósito de apoderarse de alguna palabra suya, que pudiera interpretarse en contra suya. En ese caso, los líderes judíos querían entregarlo al gobierno y autoridad del gobernador romano. Golpear de una vez por siempre, bajo la apariencia de honestidad, en la pose de hombres que estaban sinceramente ansiosos por conocer y cumplir su deber, ese era el programa de los líderes judíos.

Su ingenuidad en todo el asunto parece lamentable cuando se tiene en cuenta la omnisciencia de Cristo. Pero tratan de insinuarse sinceramente en Su favor con palabras de melosa lisonja. Hay tres puntos que sostienen ante Él para que Él no reconozca su verdadero yo bajo la máscara. Lo halagaron de que tenía un juicio sano, de que siempre decía lo correcto en el momento correcto; alababan su imparcialidad, porque no le importaba nada a Aquel a quien golpearía la sentencia, siempre que prevaleciera la verdad; le dieron la debida deferencia a su sinceridad, que siempre decía exactamente lo que pensaba.

Todo lo cual, en sus bocas, era el halago más vil y espantoso. Pero lo que hizo que el asunto fuera casi espantoso fue el hecho de que cada palabra que pronunciaron era cierta, en el pleno sentido de la palabra. Si tan solo hubieran venido a Él con sinceridad en su corazón y con una mente abierta, entonces Él habría estado muy contento de guiar sus pasos por el camino correcto para la salvación de su alma. Su pregunta tenía el carácter de una alternativa, si era lo correcto, lo apropiado, lo obligatorio pagar tributo, el impuesto imperial al emperador romano, o no.

Ya sea que la respuesta de Jesús sea positiva o negativa, los fariseos esperaban ganar ventaja. Porque si Él, en presencia de tan notorios oponentes del gobierno romano, se declarara en contra del pago del impuesto, entonces podrían acusarlo ante el gobernador. Pero si Él se declarara a favor de pagar el impuesto, entonces podrían hacer que la sospecha se apoderara de Él, como si no fuera el verdadero amigo del pueblo, sino un cómplice de la tiranía romana.

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