Y como queréis que los hombres os hagan a vosotros, haced también vosotros con ellos.

Aquí hay un doble contraste: Jesús había titulado sus aflicciones contra varias clases de personas, pero eso no daría a otros el derecho de actuar de manera arbitraria, de acuerdo con su propia interpretación del dicho; Se había dirigido principalmente a Sus discípulos, pero ahora incluye intencionalmente a todos aquellos que escucharon Su discurso. Todos los que estaban al alcance de su voz en ese momento, y todos los que están en posición de escuchar sus palabras hoy, deben observar la ley del amor hacia sus enemigos.

Todo el contraste enfatiza el punto que Jesús desea hacer: Amar, no a los amigos, porque allí no se necesitan impulsos, sino enemigos; hacer el bien, no a aquellos que nos muestran toda forma de bondad, porque allí el acto de reciprocidad es evidente por sí mismo, sino a aquellos que nos odian; para bendecir, no a los que nos desean lo mejor, porque allí devolvemos los saludos como algo natural, sino a los que nos amontonan imprecaciones y maldiciones; a rezar, no por aquellos cuya amable solicitud nos rodea todos los días, porque allí el recuerdo es casi natural, sino por aquellos que difunden calumnias sobre nosotros.

Huelga decir que estos preceptos éticos de Cristo deben a su vez ser explicados en el espíritu de Cristo, porque Él es el mejor y más alto ejemplo. Algunos ejemplos prácticos para ilustrar el alcance de los preceptos: Al que golpea una mejilla se le debe volver la otra; al que toma por la fuerza la prenda de volquete, no se le debe negar la parte inferior; al que pide, debemos dar; lo que se toma por la fuerza debemos renunciar alegremente.

Hasta ese punto irá la mansedumbre cristiana en casos individuales, y donde no se haga daño a otros de manera incidental. Porque todas estas reglas deben entenderse a la luz de la Regla de Oro: así como deseas que la gente actúe contigo, así actúas tú con ellos. "El Salvador da una piedra de toque en las manos de Sus discípulos, mediante la cual ellos podrían probar si su comportamiento hacia los vecinos y enemigos estaba de acuerdo con sus deberes.

Su expresión no contiene ningún principio, sino la piedra de toque de la moralidad, ya que se refiere únicamente a una forma externa de acción. Cuando se use de esa manera, descubriremos en él un precepto claro, simple y universalmente aplicable de la sabiduría práctica de la vida, plenamente apropiado para el propósito para el cual el Salvador lo ha dado.

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