y dijo a sus siervos: Este es Juan el Bautista; ha resucitado de entre los muertos, y por eso se manifiestan en él obras poderosas.

Herodes Antipas, hijo de Herodes el Grande, fue tetrarca de Galilea y Perea hasta el año 39 d. C. En ambición, sagacidad política y amor al esplendor igualaba a su padre. La nueva ciudad de Tiberio en el Mar de Galilea fue un monumento a sus lujosos gustos. En ese momento las noticias de Jesús llegaron al palacio real. Herodes había estado tan ocupado con sus planes políticos en Roma, con sus placeres adúlteros y con sus ambiciosos planes en general, que había prestado poca atención a su país.

Sin embargo, ahora mismo parece haber hecho de Tiberio su residencia durante algún tiempo, y por eso oyó hablar de Jesús, de quien hablaba todo el país. Inmediatamente llega a la conclusión de que debe ser Juan el Bautista resucitado quien estaba realizando milagros tan extraordinarios. Evidentemente, la conciencia de Herodes lo molestaba a causa del asesinato de Juan el Bautista, del cual era culpable.

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