Ha perecido de la tierra el hombre bueno, aquel en quien se puede confiar para su fidelidad, y no hay ninguno recto entre los hombres, habiendo escaseado el recto tan escaso como los higos tempranos después de la vendimia. Todos están al acecho de sangre, Cf. Salmo 10:8 y sigs .; cada uno caza a su hermano con una red, aunque son hijos de un Padre y cada uno está obligado por la Ley a amar al otro como a sí mismo.

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