Y las cosas santificadas de cada uno serán suyas, es decir, del sacerdote; todo lo que alguno dé al sacerdote, suyo será. Así, las necesidades de los sacerdotes fueron cubiertas por una legislación especial, mientras que en el Nuevo Testamento el Señor espera que la ley del amor, gobernada por una fe viva, provea a sus siervos.

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