Pero en cuanto a mí, cuando estaban enfermos, mi ropa era de cilicio, en solidaridad con el duelo por su aflicción; Humillé mi alma con ayuno, haciendo suyo el dolor de ellos; y mi oración volvió a mi propio pecho, porque estaba tan inclinado hacia adelante, con la cabeza gacha, que su voz sonaba contra su propio pecho. Así había rogado por sus enemigos con la mayor seriedad y humildad.

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